Porque hay cosas que siguen sin caberme en un hilo de tuister

2019 en libros

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Este 2019 que termina he leído 40 libros por placer, una media de casi 31 páginas por día.

He conseguido mantener mi intención de leer al menos algo en los 3 idiomas en los que me defiendo.

En portugués, obviamente, la última novela de Peixoto. Mi hombre cuota, el que hace la lista “paritaria” a la manera en que los señoros entienden la paridad: si solo he leído a un autor hombre en los últimos 4 años será porque los demás no son lo suficientemente buenos como para merecer que les quite tiempo a las autoras.

En inglés leí a Joan Didion, dentro de mi reto de lectura de 2019. Ya sabéis, leer sobre New York antes y después de mi viaje a esa ciudad a finales de abril.

Seis de los libros incluían a NY como un personaje importante. El más antiguo el de Barnes allá por 1913, y el más nuevo Flâneuse.

Los paseos de Elkin por “la gran manzana” (entre otras ciudades) publicados en 2017 se parecían y no a nuestro deambular por la ciudad que nunca duerme pero que siempre intenta disfrutar.

Además, intenté seguir buscando escritoras que me hicieran reír a carcajadas. Y este año tuve más suerte que en 2018.

Encontré 4 libros que consiguieron que llorase de risa.

Entre ellos Nombres y Animales que me volvió a ratificar en mi devoción por Rita Indiana. En la certeza de su calidad literaria y en las ganas de seguir leyendo cada página que publica.

Encima este 2019 tuve la suerte de conocerla en la Feria del Libro. De disfrutar de su belleza, su timidez, su música y sus ganas de comunicarse con el mundo.

Este año, si lo pienso, ha sido el de confirmar que el agua moja con esa sorpresa y ese disfrute con el que los niños confirman una y otra vez que hay cosas buenas que siguen siendo buenas.

Lo he acabado hipnotizada por las cartas y las notas de Lucia Berlin, por su prosa luminosa, sencilla, directa, bella y vital incluso en el drama. Por esa personalidad suya que fue capaz de conocer sus demonios, ser ferozmente autocritica consigo misma y aún así quererse y cuidarse de esa forma caótica y dedicada en la que quiso y cuidó también a los demás.

Leed a Berlin, en serio.

Y en verano confirmé también lo enorme que es Nothomb. Su “Golpeate el corazón” es una de esas novelas que te salvan la vida. Que te curan con su dureza delicada.

Una novela corta, sin intención de grandeza. Pequeñita y enorme a la vez.

Leo por millones de motivos. Uno de ellos es que a veces lees cosas que te hacen más ligero el mundo. La última de Nothomb es de esas. Y es también el anticanon. El canon masculino es extensión, grandilocuencia, deseo de epatar, de ser único para que te construyan un altar.

Nothomb escribe para mi, para ti, para cada persona que lee. No para la Historia ni para su ego ni su fama ni su reconocimiento. Escribe porque hay historias que todavía no se han contado. Que son demasiado pequeñas para que la Historia Universal de la Literatura haya perdido el tiempo en contar. Hemos tenido que esperar a esa escritora belga menuda, brillante y rara, a la que algunos críticos cuñaos consideran una pija egocéntrica.

El agua moja y Tey es una maestra de los libros “de misterio” como excusa para hablar sobre la gente. Otra vez igual. Hay personajes que se quedan contigo para siempre. La prota de Un Chelín para Velas, por ejemplo.

El agua moja y Lara Moreno y Olalla Castro son dos poetas imprescindibles de mi generación. Y este año ambas han publicado versos como joyas para que no se nos olvide. Tuve una jaula será siempre una noche de verano de 2019. Y “Bajo la luz el cepo” el libro que más he esperado junto con el de Millet que presentó Silvia (López) el último trimestre de este año que termina y yo leeré en cuanto empiece 2020.

Pero 2019 fue también el año en que hice un descubrimiento auténticoHan Kan

Coreana. Brillante. Sutil. Sorprendente. La vegetariana es una joya de la literatura. Una joya pequeñita tan fuera del canon como todo lo que nutre.

Porque el canon, insistiré cada vez, es la industria y el sistema. El canon es escaparate.

La vegetariana es la habitación del fondo.

El año en que llamamos puta a Greta por decir que el mundo se va a la mierda de avaricia y egoísmo, yo leía la historia de una mujer que decidió rechazar la carne y la violencia, que se volvió loca o cuerda buscando una forma de estar en el mundo que la hiciese feliz. De echar raíces literales y metafóricas. De darle la vuelta a todo, o a sí misma.

Es un libro raro y bello que igual resume perfectamente mi 2019.

Raro y bello

Ojalá que 2020 nos traiga más belleza, más certezas, más descubrimientos deslumbrantes y más literatura que nos haga pensar y sentir.

Ojalá que en 2020 sigáis queriendo jugar conmigo y darme #librosparaverano que me hagan feliz la vida entera.

Gracias a tutti!