Porque hay cosas que siguen sin caberme en un hilo de tuister

En el limbo de Chano Domínguez

Tuve un paraíso durante la primavera. Alguien construyó para mi aquel lugar real, distante, cercano y mítico durante la cuarentena de medio occidente. El 27 de marzo empezó un proceso de cables soldados, tubos, vasitos de vino, sonrisas esquinadas, alfombras azules y brillo en los labios.

Era raro tener un paraíso en medio de un presunto infierno. Estar tan bien. Poder estar tan bien. Tener esa fortuna.

El otro día Chano Dominguez estrenó Limbo en la Trini.

Él lo llamó limbo. Yo lo llamé paraíso. Era aproximadamente lo mismo. Limbo está compuesta en medio de la pandemia. Es una melodía cálida, luminosa, tranquila y apasionada a la vez. Serena con la serenidad de la euforia que no sentimos peligrar.

A veces digo en voz alta que le llamamos paraíso a nuestra gran mentira. Y alguien me responde que vale, que bien, pero que es todo verdad.

Tan verdad como para haberse reinventado con cada giro de guión de este año raro.

Me costaba creer en la existencia real de esa nada hasta que Chano tocó para mi y me llevó a su limbo y en mi cabeza aparecieron unas cortinas blancas de organza agitadas por la brisa contra un azul atlántico. Ya he dicho más veces que el jazz que me gusta me lleva de viaje. Me mete en una especie de trance.

Tags: #música #jazz

El limbo de Chano, su relato del amor y de la calma, hace más real nuestro paraíso en continuo proceso de reinvención.

Ayer lo volvió a tocar, junto a Iñaki Salvador, en un Kursaal a oscuras. Volvieron las cortinas a agitarse, mezclándose con los aullidos de mentira en mi cabeza. Mis ojos marrones brillando. Un lápiz de grafito y unas pegatinas holográficas.

No sé cómo alguien puede sostener que el jazz es algo para entendidos si se ha dejado mecer por los dedos de Chano. No hay que entender nada. Solo escuchar y dejarse ir. Ceder el aparente control de nuestros cuerpos. Volar como cometas. Como cortinas. Como aviones libres de virus que aterrizan sobre alfombras felices en el centro exacto de un paraíso que me niego a considerar limbo. El limbo, después de todo, es un lugar transitorio.