Porque hay cosas que siguen sin caberme en un hilo de tuister

En torno a Maquillada

Tags: #feminismo #libros

Desconfío de los ensayos feministas sin bibliografía o con la manida bibliografía de las 3 autoras que cualquier cuñao te podría citar para ganar su quesito de trivial del aliado.

Me maquillo.

Desconfío de quienes intentan convertir el empoderamiento en algo individual.

Me gusta maquillarme.

Desconfío de toda esa gente que nos explica que las mujeres podemos ser todo lo sexycositas que queramos porque somos libres y decidimos libres y empoderadas hacer justo lo que mejor le viene al sistema.

Veo tutoriales de maquillaje en youtube.

Desconfío de quienes insisten en que las redes sociales son mentira y son el único problema del mundo.

Me gusta ver tutoriales de maquillaje.

Desconfío de todos esos discursos del autocuidado que se basan solo en tenernos ensimismadas en lo banal. Aisladas.

No sé qué es lo banal y cuánta banalidad es imprescindible, cuánta banalidad es sana y cuánta demasiado.

Soy una aparente contradicción aparentemente irreflexiva que piensa más de lo que parece e intenta no engañarse.

Me maquillo.

Primero fue una muestra de rebeldía. Mi madre me contaba que maquillarse era inadecuado, no elegante, más allá de un toque de color en los labios que alegra mucho la cara.

No es la elegancia estética lo que me interesa.

Con 8 años pedí el estuche de maquillaje de la Chabel, precioso plástico amarillo pastel, sombras de ojos multicolor. Nos pintamos como indios de película. Los niños y las niñas. Yo era de la tribu de la línea verde bosque en la mejilla. Me siguen encantando las sombras verdes. Me quedan mal. Me da igual.

Con 14 años mi abuelo me regaló un gloss de bazar con sabor y color a mandarina confitada.

Con 15 una barra de L'Oreal de un amarillo nada favorecedor para mi piel cetrina. Precioso.

Fuimos juntos a comprarlo al Avenida de abajo de casa y él dijo con sus ojillos brillantes “este es el que te gusta” sin siquiera cuestionar aquel color tan raro. Me consta que con mi madre no era tan comprensivo.

Desde siempre la cosmética fue lo contrario a embellecer y a la vez lo contrario a la naturalidad. La raya blanca en el ojo que apagaba el marrón de mis ojos, que se veía como un pegote ya desde lejos.

El rimmel de geranio (raices verdes, puntas rojas) que a D. le horrorizaba y a Pi y a mi nos divertía.

Maquillarme es una parte de mi ocio. El finde empieza el viernes poniéndome purpurina de colores nada discretos en los ojos. Llevo una barra de labios exagerada en el bolso a la ofi por si luego surge un plan inesperado.

Hace mucho que elaboré todo esto dándole un sentido. Es mi cuerpo. Lo hago para mi. Lo hago para divertirme. Da igual que no esté guapa. Da igual que no sea “adecuado” o incluso, mejor que no lo sea algunas veces.

Leer Maquillada de Daphne B. me ha hecho sonreír cuando las reflexiones de esta canadiense iban por mis caminos.

Me ha hecho ponerme seria con la parte del consumo excesivo y los residuos. Ya hace tiempo que me empeño en terminar todos los productos, en no comprar por impulso, en cuidar ciertas cosas, pero ahora sé que puedo hacerlo muchísimo mejor. Y voy a intentarlo. Sabiendo también que son parches que no atacan a los problemas estructurales.

Daphne vincula su uso del maquillaje al deseo y a lo sexy como formas de agencia sobre una misma. Me cuesta un poco estar de acuerdo y no me cuesta nada entenderla.

Es un ensayo feminista y anticapitalista con una bibliografía riquísima que empieza por asumir hasta qué punto todas caemos en infinitas trampas. No pasa nada. Pensar y tratar de hacer tu parte, cambiar algo un poco, ver qué pasa, cambiar otro poco, mover las líneas hacia la meta. Al menos no entorpecernos ni sabotearnos entre nosotras.

Es prácticamente imposible escribir un ensayo feminista sin mencionar el canon de los cojones, sin entender hasta qué punto es más peligroso para el mundo el puñetero canon que pintarse los labios de rojo.

Es imposible escribir un ensayo feminista que merezca la pena en 2022 sin ser explícita contra el racismo, contra el sistema capitalista, contra la heteronorma. Sin pensar seriamente en el género. En el poder en todas sus acepciones.

Maquilladas es un libro breve, con sustancia, mucha sustancia. Como bien decía Miren (gracias infinitas una vez más) un libro al que volver cada tanto. Alrededor del que pensar despacio.

Yo os recomiendo leerlo. Creo que os hará pensar en millones de cosas distintas a estas mías (la reflexión sobre el sistema penitenciario y el maquillaje tiene muchísima miga, por ejemplo). Y me gustaría mucho analizarlo en grupo... Sé que sacaré algo valioso de cada punto de vista.

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P. S. No me resisto a compartir este trocito sobre el canon literario. Que ya sabéis que me “orsesiona”