Libros para una pandemia
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Este 2020 he leído completos 45 libros por placer (no incluyo aquí los que leo por estudio o por trabajo).
La mitad han sido novelas o relatos y en la otra mitad están el ensayo, la poesía y el cómic.
El reto de lectura de 2020 era leer a más autoras de otros países de habla hispana. No ha sido fácil. Fue mi reto porque me di cuenta de ese agujero tan sorprendente. Una se imagina que habrá pocas mujeres asiáticas que consigan pasar los abundantes obstáculos de la carrera editorial hasta llegar a nuestras manos pero no se imagina que haya las mismas barreras cuando el idioma no es un problema.
El gran fracaso del año ha sido justamente “Contra los hijos” de Lina Meruane. Me lo recomendaron fervientemente y recuerdo perfectamente la cara de Mir cuando lo compré, esa cara de “pero qué haces, insensata”. Supongo que si nunca te has planteado la maternidad como una opción y no como una obligación, si nunca has pensado hasta qué punto el sistema fuerza a las mujeres a “maternar” como dicen en LATAM, este libro te vuela la cabeza. Para mi ha sido un conjunto de obviedades bastante mal hilado, bastante egocéntrico y poco enriquecedor desde mi forma de entender lo enriquecedor, que tiene que ver con hacernos pensar las cosas que nunca pensamos o desde sitios desde los que no los habíamos pensado.
Y el ejemplo de a qué me refiero está en ”Hombres, los odio” de Pauline Harmange donde no hay ninguna verdad revelada pero hay un estilo cercano, y un hilo conductor muy interesante, desde mi punto de vista, que es la propia relación de su autora con su pareja. Ya hemos dicho muchas veces que uno de los problemas del feminismo es que quienes nos dañan son aquellos a los que queremos.
Tenemos literalmente el enemigo en casa. Harmange lo explica muy bien en un momento en que empieza a llevarse muchísimo otra vez el discursito de “odiahombres” como respuesta a nuestro “vosotros” unido al consabido NOTALLMEN. Harmange dice claramente que sí, que ALLMEN, que el suyo, tan majo, al que quiere, con el que se casó, es parte de ese “vosotros” pero al menos tiene la decencia de intentar cambiar alguna cosa. De verdad. “Hombres, los odio”, es un librito pequeño y fácil de leer que deberían leer todos los hombres que de verdad quieren dejar de ser parte del “vosotros” en vez de pasarse los días diciendo “eh, no todos somos así” a mujeres desconocidas en twitter.
Decepciones también ha habido unas cuantas. Tanto oír hablar de Sally Rooney como gran esperanza de la literatura “femenina” (tranquilidad, no voy a insistir sobre esa etiqueta de mierda) y vuelve a ser más de lo mismo: señores tan dentro del canon que no leen apenas mujeres, muy sorprendidos de cosas que, sin estar mal, no son más que reflejo de literatura escrita fuera del maldito canon. Rooney no está mal, se lee fácil, tiene su punto, es capaz de introducir con cierta normalidad temas del feminismo en sus novelas. Es el típico libro para leer en un avión o un tren y dejar sobre el asiento al bajar. Entretenido y fácil. Es obra de una mujer muy joven y tiene mucho margen. Pero con estos casos siempre me da miedo la capacidad de “la industria” para “reconducir” las voces hacia lugares lo más cómodos posibles.
Con Despojos me ha pasado algo parecido que con Rooney pero quiero explicarme con cuidado. Porque solo es parecido. Opino que es un libro bien escrito, valiente, interesante. Rachel Kusk me interesa y seguiré leyéndola. Pero vuelve a no parecerme esa revolución de la literatura que nos prometieron los muchachos de Babelia y alrededores.
Supongo que si has leído El despertar de Kate Chopin y desde ahí toda una serie de libros escritos por mujeres hablando con crudeza, calidez y belleza sobre el fin del amor, sobre la depresión, la decepción, la tristeza, el miedo, la incapacidad. Contando historias con esa mirada tan poco descriptiva, tan poco centrada en el detalle estúpido, en lo minucioso, tan poco intentando “quedar bien” que es la marca de la casa del canon (ese toque presuntamente irónico para hablar de tus dolores que suena falso porque es falso), supongo que si vienes de ahí, que si tu bagaje como lector tiene todos esos ejemplos, Kusk te parece una heredera, una continuadora, y no una pionera.
Fascinaciones también ha habido unas cuantas, y esas, afortunadamente, pesan más en la memoria. En enero, cuando veíamos el cierre de fronteras de China como algo que nos era totalmente ajeno, andaba yo fascinada con Vernon Lee y fascinada con que a estas alturas de mi vida lectora no hubiese yo descubierto semejante joya. Luego, cuando estábamos en plena ansiedad, con la incertidumbre y el miedo, encerrados en casa, me pasé quince días sin ser capaz de leer nada por placer con un mínimo de solvencia. Volviendo una y otra vez sobre mis pasos porque pasaba cada página sin haber entendido ni una palabra. Y aquella torpeza lectora se curó de golpe el día que cogí “El espíritu de roma”. Aquel libro me hizo volver a ser la lectora de siempre. Me llevó de viaje, me llenó de placer en un momento en que el placer era un lujo que escaseaba más que el papel higiénico y la levadura. Me dio un remanso de paz, horas en la miniterraza con el sol en la cara y una especie de paz dentro del caos. Luego vino Veritas. Fue igual. Pasar páginas sin pensar ni un minuto en nada que no fuesen las palabras de aquella mujer británica que murió en Florencia en 1935 con casi 80 años sin haberse casado ni haber tenido hijos nunca.
Dejó una obra abundantísima de la que, por lo que sea, no tenemos tanto traducido. Pero da igual. Sé que leeré a Lee toda mi vida. Tengo la suerte de ser capaz de leer en su lengua materna, de haber nacido en este siglo XXI. donde es relativamente sencillo encontrar ciertas cosas. Y quién sabe, igual alguna de esas editoriales bonitas, pequeñas, cuidadosas, deciden recuperar y traducir alguna de sus obras para mi deleite.
De Rita Indiana no os voy a volver a hablar, porque quienes leéis estos post ya sabéis de sobra que me parece una figura deslumbrante de la literatura contemporánea en español y alguien a quien se estudiará en las clases de literatura dentro de siglos y siglos. Quiero que Indiana siga escribiendo sin parar. Quiero seguir leyendo a Indiana sin parar y Papi me pareció una novela originalísima creada sin buscar originalidad. No sé si me explico. Indiana me parece tan talentosa, con una voz tan propia, que nos desborda.
Otro de los libros del año ha sido, sin duda ”La casa del padre” de Jaio. Ya dije en su momento y diré siempre, que no conozco a ni una sola persona a la que no le venga bien para el espíritu leer esta novelita. Es breve. Es aparentemente sencilla. Es potentísima y revolucionaria. Es maravillosa.
También es maravillosa El olor del bosque. Lo que pasa es que no es una novelita. Son ochocientas páginas que desde fuera imponen y cuando metes la nariz en ellas, se convierten en algo leve por lo que pasar sin apenas esfuerzo. Es difícil decir de qué va este libro. Es una mujer investigando el pasado de gente y trenzando ese pasado con su vida presente. Es una mujer pasando por la historia de la Europa del Siglo XX desde lo aparentemente pequeño. Es una narración sobre cómo la violencia nos va deshumanizando poco a poco a todos. La violencia de la guerra, la violencia familiar, la violencia de la sociedad imponiendo a las personas formas de vivir incompatibles con la verdad de lo que son. Y contar todo esto de una forma en que no te destroce y solo te toque. Se pose en ti y se quede contigo.
Y respecto a mi reto, ha servido casi solo para descubrir la prosa de Giovanna Rivero, boliviana, con una prosa dura, animal, interesante. ”Para comerte mejor” me sorprendió muchísimo y me dio ganas de seguir leyendo. Solo hay otra obra suya publicada en España. Ya dije que no es fácil. Seguiremos con esto en el radar.
Volviendo a la no ficción tampoco insistiré en el valor de la colección ”Las imprescindibles” que Silvia López hizo para Dos Bigotes y en el deleite que da leer todo ese trabajo, ese cuidado, ese cariño y esa sencillez con la que explica cosas nada sencillas de explicar. Para que las entendamos todas. En este mundo en que la lectura de Teoría feminista se usa por muchas como un arma arrojadiza, como una forma de poner niveles donde no debería haberlos, de hacer sentir a la otra peor o más tonta, Silvia ha hecho justo lo contrario. Lo feminista. Ven. Acércate aquí, no tengas miedo. No es tan difícil ni tan elevado. Son solo mujeres sabias explicando su visión para que tú puedas empezar donde ellas lo dejaron. Para que puedas sentirte acompañada entendiendo que mucho de lo que te pasa no es casualidad ni son imaginaciones tuyas. Nos pasa a todas y viene de donde viene. Mujeres sabias ayudándonos a todas a ser más sabias cada día.
Igual no hace falta tampoco que hable de Solnit y de ese don que ella tiene para hilar las cosas y darle al caos un cierto sentido. Un camino. ”El arte de perderse” no es de sus obras mejor consideradas y sin embargo a mi me ha parecido una forma tan sutil como eficaz de construir un duelo por un padre de todo menos ejemplar. Algo que siendo mujer feminista nunca es fácil. A veces ni siquiera es posible. Y ella encontró una manera. Y quería decirlo por si a alguien le apetece meter ahí la nariz.
Pero desde luego sí quiero hablar un rato de una de esas joyas que Periférica edita para nuestro disfrute. Me refiero a ”Cómo aprendí a leer” de Agnes Desarthe. Empezando porque es una figura de la literatura francesa a la que yo no tenía el gusto de conocer. Siguiendo porque es un libro precioso. Una forma sorprendente de contar tu vida. Y terminando porque me parece muy interesante que una filóloga, una experta en literatura, una mujer de letras, sea capaz de contar que “odiaba leer” cuando era pequeña y explicar a la vez que en realidad lo que odiamos no es leer. Lo que odiamos es leer como si leer fuese una especie de concurso de cultura o de listura. Un medidor de tu nivel social. Lo que odiamos, sí, lo voy a volver a decir, es el cánon y la “industria cultural”. Lo que odiamos es que hayan convertido una actividad placentera que te construye como persona tanto en tus elecciones como en tus abandonos, que es placentera precisamente porque te da herramientas para pensar y formarte tu opinión, en esa cosa estandarizada donde otros te dicen qué está bien y qué está mal, qué te tiene que gustar y por qué, cómo tienes que entender tú los libros.
Lo que odiamos es que todas esas imposiciones estén tan alejadas de lo que nos pasa. Y Desarthe, para mi, cuenta todo esto muy bien.
De mis poetas favoritas tampoco voy a decir mucho más que lo que ya he dicho todos estos meses, Olalla Castro me sigue pareciendo el mejor poeta español vivo con mucha diferencia. El final de año poético ha sido mejor con Galaxia de Mujeres, ese librito de Sabina con poemas de Rich, perpetuamente sobre la mesa del salón, para abrirlo al azar un ratito cada tarde y todavía mejor con la antología poética de Lara Moreno a su lado. Hay algo en esta vida que me gusta. También en 2020 y a pesar de todo. Sobre todo porque me paro a pensarlo y no tengo ningún derecho a quejarme de nada.
Gracias a toda la gente que me ha querido y me ha cuidado este año tan raro, gracias a quienes habéis seguido jugando conmigo a mis juegos tontos dentro y fuera de tuister, gracias a todas estas mujeres que escribieron estos 42 libros para que yo pudiese crear esas burbujas de música y letras que me hicieron olvidarme del drama. Gracias a las libreras que me dan munición y señalan con su dedo algunos libros “este, este, te tienes que leer este” y aciertan siempre.
Sí, como decía Lara Moreno aquel 2008, como recoge su antología, “Hay algo en esta vida que me gusta”. Feliz 2021. Ojalá el año que viene podamos acabarlo diciendo que el verso se queda corto. Que todo en esta vida nos gusta. Como dice Silvia, como dijeron antes otras, sin utopías es imposible el avance...