Porque hay cosas que siguen sin caberme en un hilo de tuister

#librosparaverano 2019 . La selección

A ver, por dónde empiezo...

Creo que este ha sido el año más difícil de todos. En parte porque en la feria me compré solo dos libros, en parte porque las recomendaciones han sido todas muy muy apetecibles. Gracias a Dior me ha ayudado el “sin existencias” de algunos:

Sin existencias

Además de que en verano no leo ensayo ni biografías y de los que ya me había leído (6 de los 43 de la lista) hay varios que no encontré en Mujeres & Compañía y menos mal. No estaban y deseaba que estuviesen “Un domingo como otro cualquiera” que trajo Santa a la lista ni “Cambiar de idea” que se me ha metido en la cabeza desde que chiclett4u me descubrió su existencia. Tampoco estaba Cósima que era otro de los que contaba con traerme en la bolsa y que me propuso Esechicotan, ni “Todo lo que no te conté” de Celeste Ng.

No había en la libre ninguno de la lista de Jonatan. Me dio especial pena que no estuviese Meal pero ya lo recibirán...

El ansia viva y mi maravilloso Time Line de tuister

Llevo queriendo leer Voz desde que supe de su existencia. Es una necesidad imperiosa similar a la que tuve con Power aquel otro verano. No puedo esperar para empezarlo.

Algo parecido me ha pasado con Telefónica (y no, no tiene nada que ver con mi especialización en el mundo Telco español contra lo que pueda parecer). Me he pasado todo el mes esperando que alguien me recomendase este libro para tener una coartada y comprarlo. Es una tontería. Porque no necesito coartadas para casi nada desde hace mucho tiempo. Simplemente he ido y lo he cogido de la estantería. El primero de todos. Lo he visto nada más entrar. Yo no creo en dios pero creo en el entrelazamiento cuántico y en que le llamamos magia a procesos que no entendemos pero que tienen una explicación completamente razonable. Por ejemplo, la atención selectiva del deseo.

Y lo mismo, el mismo deseo, con Inmersión. Si Beatriz Hoya dice que es “un Doctor Zhivago sin ínfulas” yo tengo una necesidad imperiosa de acuclillarme y buscar en la estantería de Rusia y sacarlo como quien saca un paquete de explosivo plástico de alguna parte. Y leerlo junto al mar.

Ansia también con La trenza que es, además de una recomendación de la lista, una especie de regalo de reyes de mi hermana. Ella quería comprarmelo por Navidad pero le recomendaron para mi otro que me ha encantado por muchos motivos (excepto su horrible traductor). Así que ahora, gracias a eso, es como si me hubiese regalado dos libros para empezar 2019, solo que uno ha llegado a mis manos en Julio. Justo a tiempo.
Muy tarde sin embargo he llegado a conocer la existencia de la trilogía Claus y Lucas que se considera una obra maestra de la literatura europea, que es obra de Agota Kristof y de la que yo no sabría absolutamente nada si no fuese porque Molinos incluyó este título en su apetecible lista de recomendaciones.

Las tradiciones

Ya sabéis que soy una mujer muy muy tradicional para lo que me parece a mi bien. Vamos, más o menos como todo el mundo. Hace unos cuantos años dije que iba a leer un libro de Martín Gaite cada verano de mi vida. Porque a las diosas se las adora y se las disfruta. En mi mundo al menos la cosa funciona así. Porque además cuando adoras a las diosas adecuadas, ellas siempre son extremadamente generosas, desde donde quiera que estén. Y este año, que el reto de lectura tiene que ver con NY, obviamente, tenía que elegir Caperucita en Manhattan. Así que aquí está. Esperando. Lo voy a leer en un viaje en tren en agosto. Porque el viaje en tren que me dio Martín Gaite el año pasado, la primera noche allá arriba sabíendome distinta depués de haber terminado aquel libro, no se me van a olvidar mientras me quede memoria. La reina de las nieves es importante.

En verano hay que leer a Nothomb y cada vez que escribo Nothomb tengo que añadir que si fuese un tío nos darían la brasaza en Babelia y similares. Y así siento que compenso a todos esos señores que, allá ellos, no saben de quién estoy hablando. Este verano toca Golpéate el corazón.

En verano también hay que leer a Ginzburg. Porque no es Martín Gaite pero se parece a ella en esa capacidad para ponerte en el estado de ánimo necesario para descubrir cosas de ti que no descubrirías de otra manera. Y eso es sano, y a veces duele. Pero si tiene que doler que duela de belleza y de palabras escogidas con cuidado. Veremos este año a donde me lleva “El camino que va a la ciudad”

Al borde del mar hay que leer siempre también alguna novela “de misterio” escrita por alguna mujer deliciosa. Este año había escogido otra. Pero entonces, fui hacia el English Corner y vi “Un chelín para velas” de Josephine Tey, sobre unos libros infantiles, descolocado, todavía no catalogado, recién llegado esperándome, llamándome desde el fondo. Magnético como su autora. Tengo la esperanza, además, de que ocurra como el verano pasado y toda mi familia se lea esta novela. Y la disfrute. Me da mucha felicidad que Tey le guste mucho al padre de Alba y a mi padre, y a mi madre y al padre de un amigo que no leía nada y a una compañera de oficina a la que se lo recomendé y que todas esas personas no tengan absolutamente nada en común.
A Tey le pasa un poco como a Nothomb. Solo que está muerta. Tiene una capacidad tan enorme para escribir personajes que están tan vivos que saltan de las páginas y se recrean en tu cabeza como la que tiene para aprovechar las historias de crímenes, misterios, investigaciones, secuestros desapariciones y asesinatos y usarlas para hablar de la moral sin moralina, de la bondad y la maldad sin maniqueismos. Es maravillosa, vamos.

Los retos infinitos

Cada año me invento un reto de lectura. Cada año acumulo una razón más para comprar libros pensando en otras cosas que las que los guardianes del canon me dijeron desde pequeña que tenía que pensar. Así que tiene que haber un libro escrito por una mujer oriental, por ejemplo. Este año es Murata, una japonesa a la que alguien ha descrito como hilarante. Lo que implica además, seguir mi búsqueda de mujeres que me hagan llorar de risa. Y la idea de que alguien nacido en japón sea hilarante pone a prueba todos mis prejuicios sobre la literatura y la personalidad nipona. La incultura y el desconocimiento son atrevidos, ya sabéis. Total. “La dependienta”, se llama. Ya os contaré.

El año pasado ya me reí bastante con Mitford y todo el mundo dice que “A la caza del amor” es su obra más divertida. Encima estaba en la lista de Beatriz Hoya. Era imposible que este no acabase en mi montón de verano.

Entre mis retos de lectura de años anteriores estaba también leer a escritoras africanas. Este año Adébáyọ̀ (he tenido que copiar de la wikipedia la o con tilde aguda y punto abajo y acabo de descubrir que existe esta forma de acentuar letras) nigeriana de 31 años. Todo el mundo habla tan bien de ella que tengo muchas ganas y también mucho miedo. Veamos si “Quédate conmigo” consigue que deje de decir que mi escritora africana favorita es, con muchísima diferencia, Selasi, que nació en Londres y se crió en USA es hija de dos personalidades africanas: su madre es una famosa pediatra en Ghana y su padre un todavía más célebre cirujano en ese país.

Hasta donde yo sé ha publicado varias historias cortas pero solo una novela. Lejos de Ghana. Recuerdo perfectamente la sensación que tuve al leerla y cuándo, dónde la terminé. Cómo la terminé. Fue en verano de 2014. Sigo esperando que publique otra novela en un idioma que sea capaz de entender.

Antes he dicho que había elegido otra novela de misterio pero no he dicho cuál. Como hay gente que, a base de leerme dar la paliza, ya me va conociendo, habrá alguien que haya pensado “ésta ya está haciendo la típica broma suya de hacerse la misteriosa porque es una novela de misterio, pero como no sabe ni quiere hacerse la misteriosa ya nos contará cuál era la otra”. Y exactamente era eso.
El libro elegido para continuar el reto de leer a mujeres que escriben novela negra era “El exlibris de Coleax” de Agnes Miller a la que nadie incluyó en aquella lista de 42 autoras del género y de la que no había oído hablar jamás. Parece que casi nadie. Por lo visto escribía para jóvenes, esta es su única novela “para adultos” signifique esto lo que signifique y se publicó originalmente en 1926. Acaba de traducirse al español y está ambientada, cómo no, en la Cuarta Avenida. Porque no creo en Dios pero... Así que aunque luego apareció Tey decidí que dos novelas de misterio el mismo verano no me iban a hacer ningún daño.

De amor y casualidad

Amo a Lara Moreno en prosa, en verso, leyendo en voz alta o entrecerrando los ojos desde un rincón y quería su “Tuve una jaula” desde que salió, pero mis libreras de cabecera no lo tenían en la caseta de la feria y yo quería también comprarselo a ellas. He leído la mitad de los poemas de camino a casa. La voz de Lara era ya potentísima cuando la conocí a finales de 2006. Lo de ahora ya es un escándalo delicioso, incluso enjaulada será siempre salvaje y única.

Estoy enamorada hasta las trancas de Rita Indiana. Como escritora, como mujer, como artista, como autora de fanzines, como skater, como criatura a la vez ágil y desgarbada. Como todo. Nombres y Animales es una novela posterior a Papi (que no he comprado porque me lo va a prestar Alba alguna vez, que lo sé yo). Protagonizada por una adolescente a la que espero patilarga y tímida. Luego será todo lo contrario. Pero eso será luego y sea lo que sea, leer a Indiana es, de cualquier forma, deslumbrante.

Mi hombre cuota, el único autor vivo entre todas las mujeres, saca novela este verano, no está en la foto porque aun no está disponible en Portugal, siquiera. Pero pronto estará entre mis manos. Espero. Deseo. Autobiografía no es una autobiografía aunque esté protagonizada por un escritor portugués llamado José que conoció a Saramago justo después de ganar el Nobel. Salvo que algo se tuerza, la traducción al español la hará Pilar del Río, quien ya tradujo maravillosamente Galveias (además de las obras de su marido, claro).

No sé nada de Jenny Offill ni de “Departamento de especulaciones” pero buscando otro libro ha venido a mis manos este tan finito, tan poquita cosa, tan aparentemente olvidado entre dos tomos enormes en una balda a ras de suelo. Y lo he sacado de esa balda, no me preguntéis por qué, y he leído la sinopsis como por inercia. Y va de dos personas que vivían en NY y se escribían cartas. Así que he tenido que comprarlo. Claro. Dice un crítico de New Yorker que es poderosa y difícil de encuadrar. No se suelen describir así las novelas escritas por mujeres. Mucho menos si quien las describe es un crítico de un medio como New Yorker.
Ya sabemos que el amor llega siempre por casualidad. Fue la casualidad la que trajo a Lara Moreno a mi vida, la que me puso a Rita Indiana enfrente, la que me llevó a Peixoto y a Tey y a tantas otras personas de esta lista. Igual me enamoro de la prosa de Offill o igual la aborrezco. Y eso es lo que me gusta de este juego. De la vida, en general.

Un año más gracias a todas las personas que dedicáis un ratito de vuestro tiempo a proponerme libros que me llenen, me lleguen, me emocionen, me interesen o me hagan disfrutar. Este año ha sido dificilísimo elegir “solo” estos 16. Cada vez me proponéis cosas mejores. Y hace ya ocho años que sois parte imprescindible de mi felicidad veraniega.

Ahora ya sabéis, cómo sigue el juego, daré la paliza por twitter subiendo fotos y fotos y fotos de páginas con iluminación desigual. Luego, en unos meses, cuando los días se acorten y los pies se escondan dentro de zapatos, vendré aquí a hacer un epílogo otoñal. A ver cómo me han cambiado estos libros que estoy deseando empezar a leer.