#LibrosParaVerano 2021. Epílogo otoñal
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El otoño llegó al Corte Inglés en agosto. Al calendario a finales de septiembre y a mis libros para verano ahora mismo, que ya es octubre.
Dije que me daría por satisfecha si conseguía leer 15 de los 23 (bueno, dije 25, pero eran 23 los que llegaron a tiempo)
Al final leí 18. No está mal.
- El último fue Persuasión de Austen. Y se ha convertido en mi favorito suyo. Creo que volver a leer a Austen tantos años después tiene la ventaja de ser capaz de apreciar la maestría narrativa de aquella mujer en aquel momento, la capacidad para entender un montón de cosas que estaban mal en el mundo en que ella vivió y que siguen sin estar bien en el que yo vivo. Apreciar la sencillez profunda e irónica pero tan sencilla que hay que estar atento (masculino no genérico) para darse cuenta de la profundidad y la ironía. O leerla, vamos. No conozco a ningún hombre de mi generación que haya leído ningún libro de Austen. Bueno. Miento. Conozco a uno solo. Creo que la leyó por no oírme (o por oírme, si lo miramos desde otro lado). El estilo de contar de Austen, sin necesidad de abigarradas descripciones que no conducen a ninguna parte, sin aparentes alardes pero con ese don para explicar los comportamientos, para analizar los comportamientos es una maravilla. Vuelvo a decir que me fascina cómo estoy más cerca de Anne, la niña bien que tiene que casarse bien, que de esas mujeres que sueñan con italianos sobre las que escriben los raesaurios como si el género fuese en vez de literatura erótica ciencia ficción y la mitad de la humanidad no existiésemos en el planeta. Voy a releer a Austen, esa es mi conclusión.
Hubo varias clásicas más en mi lista de verano:
* Sharp escribió Cluny Brown en 1939. Ya lo dije en tuister, la prosa de Sharp hace honor a su apellido. Vuelve a ser una delicia leer esa forma aparentemente sencilla de contar, todo ese sentido del humor, toda esa ironía. En el fondo, mucho tiempo después, es la misma conversación que en las novelas de Austen. Con quién y cuándo y cómo nos casamos las chicas. Casar a una mujer es cambiar de sitio un jarrón, que decore otro hogar. Casar a una mujer es trasladar de destino a una cuidadora. Lo que ella sienta o quiera da un poco lo mismo. Solo que no hay quien pueda con Cluny Brown y su coleta saltarina y su conciencia de que tiene opiniones, gustos, formas de pensar propios que quiere compartir con el mundo. Es una delicia leer Cluny Brown. Una de esas delicias que encima importan.
* Woolf escribió sus diarios mucho antes de 1980 y Gonzalo Torné ha extraído fragmentos y los ha clasificado temáticamente. Woolf escribía siempre mejor que bien. En sus diarios también. Es punzante e inmisericorde con los demás y con ella misma, se arrepiente de serlo algunas veces pero el resto le agradecemos que se deje de historias y sea tan capaz de decir que el emperador va desnudo, de probar esa desnudez. Hacerlo con los Popes. Lo que dice del Ulises de Joyce me reconcilia con la vida. No puedo más ya con las ínfulas.
* May Sarton se compró una casa en el campo, en New Hampshire en 1950. Escribió allí una especie de diario, que, como ya he dicho muchas veces, se parece más a una red social diferida de lo que nos gustaría reconocer. Esa forma de reflejar tu día a día en un diario parándote más bien poco tiempo, escribiendo ligera. Dejando testimonio de lo que te importa aunque no sea importante, de tus plantas y tus dudas con los muebles de la cocina, de lo que te inquieta y lo que te da paz. Y una vez más, como con Woolf, una mujer entendiendo el canon literario, y sus implicaciones, la industria literaria y sus implicaciones. La diferencia entre la creación sincera (estoy empezando a odiar el término “honesto” porque sólo lo usan señores escondiéndose) y la churrera de la producción mecánica. Anhelo de raíces es un libro precioso de una mujer inteligente y sensible que elige vivir sola y eso no significa ni ser ermitaña ni estar sola. Comparte su vida y sus espacios con quien quiere cuando quiera. Se da el lujo de poder hacer eso y sabe que es un lujo, que es un lujo posible gracias a un legado. Lo aprovecha y lo disfruta. Estoy deseando leer la segunda parte que acaba de publicarse. Pero todavía tengo más ganas de hablar de este libro con Silvia. Espero que pronto, con un vino, quizá excepcionalmente tinto, de alguna uva gallegoleonesa de esas que se están poniendo de moda últimamente.
Dejaré para otoño a Leonora Christina y a Comyns y a Carter. Y sé que será para otoño porque aunque tengo muchas cosas atrasadas, también tengo muchas ganas de estos libros. Muchas.
Aunque técnicamente no son obras clásicas según mis propias reglas del reto de lectura 2021 (ya sabéis, tienen que ser obras publicadas antes de que yo naciese, es decir, antes de 1980) lo cierto es que leí a muchas autoras del SXX y clásicas en mi vida:
- Atwood escribió Penélope y las doce criadas en 2005. Creo recordar que se publicó aquel mismo año en España en una edición que tenía una cubierta estrellada y preciosa que no sé por qué nunca compré. Ni leí. Ni nada. Igual porque era mejor leerla en 2021, post #MeToo y ratificarme en que Atwood, como toda la gente con verdadero talento, tiene una capacidad para entender el alrededor muy muy potente. Cuanto mayor me hago más cuenta me doy de que el arte que se termina quedando en mi vida es el de quienes se dejan influir de verdad por el alrededor, quienes se empapan del mundo y salen de su ombligo para crear. Quienes tienen algo que decirle al mundo. Algo que al mundo le importe. A mi, desde luego, me importa mucho cómo la palabra de las mujeres, su testimonio, no cuenta, cómo se destruye para defender a los hombres agresores y violadores. A los asesinos. Cultura de la cancelación. Lo llaman. Terminar esta novela dos semanas antes de oír a un maltratador recoger un premio quejándose de la cancelación demuestra que 15 años después, a pesar de habernos desgañitado en los juicios y en los programas de TV sigue dando igual lo que tenemos que decir. Pero vamos a seguir diciéndolo mientras premian y admiran y se fotografían con quienes nos golpean. Vamos a seguir.
- Mancinelli publicó La casa del tiempo en 1993 . Es una de esas novelas pequeñitas y digamos atmosférica. Si has estado en la parte de Italia donde está esa casa, viajas allí casi desde el primer párrafo. Se te agolpan olores y sabores y colores y luces y cambios de luz y cielos azules que atardecen más naranjas que morados. Es una historia alegórica, diría, sobre los orígenes de la gente, sobre los recuerdos, la infancia, lo que se deja atrás, lo que se supera y lo que no, volver a tu sitio. Atreverte a no mentirte. Me gustó mucho leerla. Me dio paz y me dio luz.
- Elisabeth James Howard publicó su testamento vital, digamos, en una serie de 5 novelas que se aglutinan bajo el nombre “Crónicas de los Cazalet” de la que yo no tenía ni idea hasta este verano. Empecé, sin que sirva de precedente, por el principio. Por “Los años ligeros” del verano antes de que Europa se fuese a la mierda en aquella cosilla que pasó, la Segunda Guerra Mundial.
Me ha encantado de “Los años ligeros” cómo hacer reales y vivos a unos 30 personajes. Distinguirlos a todos por lo que hacen o dicen a pesar de no ser capaz de recordar los nombres correctos. Me obsesiona la construcción de personajes de ficción. Es el hilo del que empecé a tirar para nombrar mis problemas con el canon. ¿Cuáles son los personajes bien construidos? Pues al final volvemos a lo de siempre: a quiénes miran el mundo o solo su ombligo. La diferencia entre cambiarle el nombre al personaje que te gustaría ser o entender que en el mundo hay gente diversa. Que piensa, y siente, y habla y vive distinto a ti. Y sobre todo entender que la gente inventa las explicaciones a posteriori. Hacemos eso. Así funciona nuestra mente. Somos todos mucho menos reflexivos de lo que nos creemos. La conversación que tenemos con nosotros mismos explicándonos es nuestra forma de enseñarnos a decidir en el futuro. Y a veces nos enseñamos fatal porque nos mentimos, porque vamos en contra de nuestros deseos, de lo que nos hace sentir bien. Y a veces no. En “Los años ligeros” cada personaje que aparece tiene un rasgo suficiente como para recordarnos a gente que conocemos o a ciertas versiones de nosotras mismas. Su forma de caracterizar a la infancia, de dejar claro que son personas que entienden el alrededor, es magnífica y poco frecuente en la literatura. - Mrején escribió El agrio nada más terminar el sXX, y Periférica lo ha editado en miniatura. Es una novelita pequeña que te hace viajar a París. Y París es siempre una buena idea. Y te hace viajar, ya lo conté en tuister, a esos hombres que hemos tenido todas en nuestras vidas. Esos intensos intelectuales dolientes a los que el mundo les daña y por eso tú tienes que borrarte y dedicar toda tu energía a complacer a los niñatos desagradecidos y mucho más mediocres de lo que están dispuestos a reconocer aunque en su fuero interno saben de sobra que es todo pura pose, trampantojo, cartón piedra. Y que tú te estás dando cuenta y te vas a hartar. Y te hartas. Y está bien leer este librito antes de un concierto de jazz donde Ariel Bríguez te puso del revés para que no se te olvide a qué sitios no volver nunca y de qué sitios no irte nunca. Cómo diferenciarlos en el cuerpo.
Y por supuesto, leí novedades editoriales
- Gótico de Silvia Moreno Gacía es una de esas novelas de disfrute y pasatiempo. Gótica y feminista. Exótica. Entretenidísima. Facilísima de leer. Adictiva. Y además resulta que hace homenajes maravillosos a muchas genias, a muchas clásicas que nos precedieron y nos trajeron hasta aquí. Algunas tan genias como Perkins, o tan clásicas como las Brönte o Mary Shelly.
- 9 perfectos desconocidos, antes de ser un bodrio de Amazon fue otra novela de disfrute y pasatiempo divertidísima de esas que te hacen llorar de risa, reír a carcajadas. Una novela feminista. ¿Qué es una novela feminista? Dices mientras clavas tu mirada etc. Bien. Una novela feminista es una novela escrita teniendo en cuenta que el mundo es un lugar machista, intentando contar las cosas desde un ángulo que permita explicar esta obviedad en lugar de justificarla o hacer ver que esa perversión es el mundo “como dios manda”. Por resumir: es lo contrario de una novela de Pérez Reverte. Y además si una novela feminista se publica y se vende y se traduce, tenemos la certeza de que es buenísima. Otra vez lo contrario que una novela de Pérez Reverte. Total. Dejad la serie y leed la novela, os vais a reír a carcajadas. Prometido
- Días apasionantes es lo que los cursis adictos a los tópicos vacíos llamarían “la ópera prima” de Nolan. Y lo que nosotras llamaríamos la primera novela publicada de Nolan. Nolan también ha escrito una novela feminista. Una novela feminista muy poco frecuente y muy muy interesante. Una novela donde una mujer se enfrenta a sus contradicciones. Y también ha escrito una novela llena de sentido del humor. Es una forma de empezar en la literatura que da hasta miedo porque es muy difícil estar a la altura de esta historia de una au pair en China, enamorándose fatal, despidiéndose fatal. Haciéndolo todo contra sus principios. Entendiendo las razones. Aprendiendo a conocerse. Creciendo. Nolan es joven y es brillante y es lista y es de una sinceridad muy refrescante. Benditas las ficciones donde las mujeres feministas no son seres de luz. Porque probablemente la única cosa común a todas las mujeres feministas que conozco es hasta qué punto nos cuestionamos todo el rato e intentamos arreglar nosotras solas problemas que en realidad son del mundo. Que sabemos que son del mundo. Construir relaciones distintas con el contexto y el bagaje que tenemos es tan agotador como importante. Y no podemos sentirnos solo culpables. También estaría bien sentirnos, no sé, por ejemplo, listas. Para empezar. Luego ya igual perdonarnos. Y seguir aprendiendo.
- Estado de Malestar es otra novela feminista. Escrita por una mujer nórdica contándonos que el paraíso de igualdad nórdica no es tal cosa. Una vez más, una mujer feminista haciendo autocrítica. Equivocándose y acertando. Una vez más escrita desde el sentido del humor, desde la capacidad de reírse de las miserias propias. Ser una médica de cabecera hasta el mismísimo coño del teatrillo del estado del bienestar, del teatrillo de las relaciones igualitarias. Una médica de cabecera que dejó su adicción al amor romántico y lo cambió por el vino y luego volvió a ser adicta al amor romántico a una edad a la que se supone que ya deberíamos haber aprendido todas a no caer en ciertas trampas burdas. Pero... No es tan sencillo. Si fuese tan sencillo luchar solas contra el sistema no nos dejarían luchar solas. Y a poco que nos fijemos, todo parece decir que si no podemos solas es que somos unas feministas de pacotilla, unas débiles y unas flojas. Mientras tanto, nada importante cambia y nosotras nos agotamos quijotescas contra los molinos gigantes.
Leer estado de malestar este verano post pandémico podría ser descorazonador pero en realidad no lo ha sido. Porque me ha recordado que la clave son las otras. No tú. La clave son siempre las otras. Todas las otras. Las que vendrán detrás. No voy a pasar a la historia, nadie me recordará cuando me muera, pero voy a seguir intentando poner mi granito de arena. Hacer mi parte minúscula en el todo. El feminismo, lo vuelvo a decir, no va de que encontremos novios más majos en tinder o en los bares. - Las latitudes del deseo es un libro tan denso, tan intenso, tan profundo sin pretender parecer profundo, que no habría sido capaz de leerlo en Madrid, en el transporte público, corriendo de un lado para otro, llegando a casa medio muerta antes justo de cenar. Swarup nació en Nashik, ciudad al oeste de la India donde la religión mayoritaria es el hinduismo. Mi maestro de yoga se crió en un ashram relativamente cerca de allí. También es hindú. Para él el yoga no es un ejercicio físico y su forma de relacionarse con la gente y con el mundo me resultó muy chocante al principio pero me ha ayudado mucho a leer esta novela (y a muchísimas más cosas).
Dicen en la casa del libro que es una novela suntuosa. Yo creo que no se puede elegir una palabra peor. Porque para mi tiene el matiz de lo lujoso y esta novela huye del lujo entendido como lo entendemos en Occidente. Es una novela que habla de las conexiones y los vínculos. De cómo cada persona en sí misma no pinta nada ni sirve de nada. El hinduismo en todas sus versiones (mono o politeistas) cree en la reencarnación como forma de aprendizaje. Venir al mundo con tu misma alma y distinto cascarón a aprender y aprender y aprender y seguir aprendiendo. Que tú como individuo des igual. Es raro leer una novela tan poco occidental que ha ganado tantos premios en occidente. Una novela tan ecologista, con esa conciencia de que la Tierra no nos pertenece, que no la controlamos. De que nada nos pertenece, que no controlamos nada en realidad. Es raro acabar de leer un libro pensando que has entendido una cuarta parte de todos los mensajes que Swarup quería trasladarte. Que tal vez debas volverla a leer dentro de 10 o 20 años, a ver si te ahorras un par de reencarnaciones aprendiendo lo más posible. Se la voy a regalar a mi amiga Elena para que me la explique con su forma calmada y loca y utópica y certera a la vez de entender el mundo. Con sus ojos de alma vieja. Y esto no es una forma de hablar. Se lo voy a regalar de verdad para poder hablar con ella de este libro. - El baile de las locas explora un tema del que se ha escrito mucho pero no siempre bien: la locura en las mujeres. La locura como forma de sobrevivir, como mecanismo de defensa, pero también como invento para controlarnos. Todas estamos locas llegado el momento. Porque si estás loca no hace falta escuchar ni tener en cuenta nada de lo que digas. El baile de las locas trata también de lo mágico. Por oposición a lo científico. De cómo lo que no podemos explicar nos parece magia y luego cuando nos lo explican y lo entendemos pasa a ser física o química o lo que sea. Parece magia ese flotar astronauta pero es la ley de la gravedad. Cuántas cosas que ahora no entendemos seremos capaces de descifrar en el futuro. Por ejemplo, cómo funciona el cerebro. El CERN consiguió que dos neuronas aisladas en habitaciones diferentes se comunicasen. Y de pronto lo de pensar en alguien y que te escriba un guasap pasó de magia a ciencia.
- Hamnet de O´Farrell es un libro mágico. Shakespeare casado con una bruja de las de los conjuros y las pociones que te lee la mente si te presiona la palma de la mano. El duelo por la pérdida de un hijo. Las formas de hacer un duelo. La familia como cárcel y como refugio. Una historia bonita, escrita con esa exquisitez y esa sensibilidad que tiene O´Farrell como narradora. Jugando, solo esbozando, algunos temas que me obsesionan: que es cultura, qué es amor, cómo nos afecta la violencia en todas sus formas, el abandono, la falta de cuidado. Cómo nos afecta que nos quieran mal. El silencio. El miedo o la culpa. Es una novela preciosa, sencilla de leer. Dulce. Diría. Apareció justo antes de la pandemia y al leerla pensé que a O´Farrell quizá le habría gustado dedicar 2020 a escribirla. Hay algo de evasión en Hamnet sobre lo que me gustaría hablar con su autora.
- Un amor al alba es otra ficción de algo que sabemos que ocurrió pero no sabemos cómo ocurrió. Ajmátova y Modigliani. Aprovechar esa construcción de la historia para hablar sobre el amor entre iguales, sobre lo problemático del concepto de la musa, sobre ser el florero, la decoración en la vida de alguien. Sobre la mediocridad y el miedo. Sobre el talento y el miedo. Sobre la pérdida. Otra novela que te pone a caminar por París sin darte cuenta. Que lees también sin darte cuenta.
Y aunque en verano intento leer solo ficciones (y me van a perdonar los expertos pero un diario me parece muchas veces tan ficción como una novela: cuando un escritor refleja su día a día elije ciertos momentos, omite otros, y utiliza sus recursos y su talento de una forma concreta que para mi tiene poco que ver con recordar los hechos de forma exacta, objetiva, notarial) a veces la vida te da razones para cambiar de opinión.
- Cada día es un buen día sobre la ceremonia del té es una versión para occidentales de muchos elementos de la cultura y la filosofía japonesas que nos resultan a los occidentales incomprensibles, cuando no idiotas. Puede que lo coloquen en la sección de autoayuda. Yo diría que erróneamente. A mi, aprender a frustrarse me parece importante. Aprender a estar en el presente me parece importante. Aprender que hay cosas que son muy lentas y otras que deben ser rápidas me parece importante. Y la ceremonia tradicional del té es más o menos todo eso junto y revuelto. Hacerlo todo mal, sentir que no entiendes nada hasta que lo vas aprendiendo. Aprenderlo con el cuerpo y con el corazón (recordar viene del latín volver a pasar por el corazón y etc). La ceremonia del té me recordó todo el tiempo por qué echo tanto de menos las clases de baile. Cruzad los dedos, porque la idea es volver en unas horas. Y no morir en el intento.
- Cuaderno de Faros. Coleccionar faros como excusa para viajar, compartir momentos con gente, comprar libros, leer cosas, ver pelis, hablar con gente. Coleccionar como excusa para pensar sobre las cosas. Decían que eran pequeños ensayos. A mi me vuelve a parecer un diario con todo lo que he contado un poco más arriba de cómo veo yo los diarios. Hay muchos faros en el mundo. En algún momento fueron imprescindibles para guiar a alguien. Y de esta certeza salen infinitos hilos de los que tirar. Barrera ha tirado de unos cuantos. Todos importantes. Y nos ha dado a sus lectores ganas de tirar de tantos otros. De ir a fotografiar faros sobre lava volcánica. pintados de colores. apagados, olvidados, faros que llevas ignorando desde pequeña porque forman parte del paisaje. Faros literarios que visitaste antes, Ganas, digamos, de viajar con el cuerpo y con la mente. De seguir jugando a cada juego
Gracias, un verano más, por jugar conmigo a este juego en concreto, por regalarme posibilidades, joyas, viajes, momentos, recuerdos y atardeceres con el sonido de voces de personajes que se han quedado para siempre en mi vida. El año que viene más, si queréis. Os espero...