No he llegado a los 25...
Me mandan esto para convencerme de volver. 24 sg y ya me parece que la canción dura 2h. Y que cada uno va por su lado. Y que alguien va a perderse.
¿Seré yo que ya estoy cruzada? Porque esta canción me encantaba. Esta canción, esta misma que ahora me agota sin casi haber empezado, la primera vez, hace muchos años, casi 20, me hizo flotar. Recuerdo perfectamente aquel día, la ropa que llevaba, a qué olía, cómo me sentí, toda aquella magia que pudo con un recogevasos muy pesado. Con muchísimo ruido de fondo. La magia puede siempre con todo.
Me pregunto si estará el vídeo por ahí aun. Lo busco. No lo encuentro. Aparece en su lugar otro de Barna. 2007. Este
Parece otra canción. Es, desde luego, otra forma completamente distinta de tocar la batería. Una que me gusta. Que juega conmigo y con el bajo. Que me cuenta cosas. Que me hace querer estar atenta en vez de invadirme la cabeza para mal.
Pero a mi me encantaba Edu en la gira Ansia Mítica. Tocaron esa canción varias veces. La recuerdo. Me volvía loca de ganas de vivir. ¿Estará grabada? ¿Era mi euforia que me hacía obviar eso que ahora, desde la gira de Me mata, me hace imposible escuchar nada que no sea la monotonía? En la versión del principio de este repaso me gustaría tener un editor que me permitiese quitar del medio ese “Pam, Pam, Pam” absolutamente previsible que está por encima de todo, tapando el resto de lo que ocurre. Ocupando demasiado espacio por ningún motivo que yo consiga comprender. El único mensaje que me llega es “hemos hecho esto demasiadas veces ya” y esta gira solo está empezando.
No es una cuestión solo de velocidad. Creo. Yo qué sé. Esto es lo que hay, supongo.
Jamás pensé que esta fuese a ser mi celebración de los 25 años de aquel músico que me despertó en un tren en febrero de 1999. Que me llamó desde una portada color salitre, que me escribió aquella canción de amor y aviones que no volaban. Las 15 acepciones del verbo registrar. Qué bonita, por cierto, aquella percusión latido…
Aquel músico que siempre tenía algo pendiente, que pensaba de verdad que el misterio puede mantenerse sobre la cerveza disfrazada de certezas. Que cantaba las palabras con todo lo contrario a la desgana. Que no quería sonar como un viejo vago. Que quería contarnos cosas importantes aunque fuesen en forma de cuentecitos chinos de camareras y camioneros.
Quién me iba a decir que pasaría de la emoción, de las botas de espía rusa, del ansia mítica, al esfuerzo y de ahí al agotamiento.
A veces me pregunto si debí haberme rendido antes, pero luego recuerdo que un fin de gira en el Rialto se salió del guión y del personaje y yo estuve allí, esperanzada.
Que lo intenté 3 veces en el Price. Que justo antes de la pandemia aguanté sin marcharme ni pedir la hoja de reclamaciones. Que intenté salvar todo lo salvable. Que hice todo lo que pude aunque no debería ser yo la que hiciese el esfuerzo. Que esperé el disco de amor feliz, de vida creciendo, de burbuja, paréntesis pandemia. Algo que me diese ganas de volver a su música de la forma que fuese.
Hacía 4 años que no escuchaba Caminando en círculos. Dentro de 25 años, pase lo que pase, si mi cerebro sigue funcionando, seguiré recordando aquella primera vez, la ropa que llevaba, el ruido del recogevasos, la cámara de vacío de la magia. Escribí hace mucho que me importaba salvar todo lo salvable. Y aquí estamos. Con lo bueno a buen recaudo. Intacto.
Hoy Vicente García ha estrenado 3 canciones que alguien al otro lado del mundo ha definido como “viaje sensorial”. Es justo eso.
Quique me hizo viajar 20 años. Son muchos años. Muchos viajes. Mucha felicidad. Muchos amigos. Muchos recuerdos de mucha música que me hacía sentir viva. No he llegado a los 25. Me habría gustado pero los dos seguimos vivos y respirando aunque su forma de entender este tinglado ya nunca encaje con la mía.