{entre seres de algún mundo}

Tratado botánico de los infectos

Carta interceptada el domingo 14 de enero de 2024 en condiciones extrañas, al parecer, de un funcionario de correos corrupto que se dejó embaucar con facilidad por una de nuestras agentes, con especial maña en la gestión de carteros y entrenada para interceptar correspondencia furtiva y fortuita.

Mi estimado, codicioso y siempre condescendiente Barón, le escribo de nuevo desde mi refugio en esta ciudad sin nombre que ambos compartimos en su día y que nos unió para siempre en el arte de mirar el mundo descarnadamente y, como olvidarlo, nos convirtió en irreconciliables enemigos amados hasta el fin de los tiempos.

Estos últimos días, he prolongado mis paseos por los puentes que unen las dos partes de la ciudad, y como bien conoce mis preferencias, me he sentado en uno de nuestros bancos favoritos a ver, pasar y observar a las personas, tratando de completar nuestro pequeño o inmenso Tratado botánico de los infectos. Sin duda, algunos no comprenderán nuestra pasión compartida, ahora en la distancia, ni tampoco podrán saber cómo es posible que con el mero ejercicio de la observación pasajera, seamos capaces de relatar con tamaña exactitud, el catálogo miserable de infectos que pueblan nuestras ciudades y otros espacios menos sofisticados del universo infinito.

Porque solo nosotros sabemos mirar más allá de los rincones más recónditos y miserablemente ocultos de todo universo desconocido. Nuestra técnica meditativa y de observación plena, que es un secreto que ambos nos llevaremos a la tumba, nos capacita para seguir jugando a este ejercicio efímero, gratuito e improductivo de construir el enorme Tratado botánico de los infectos.

Ayer mismo, pude introducir una nueva entrada a nuestro tratado, siempre poniendo extenso cuidado en detallar todos los elementos del formulario del catálogo, para que no quede ninguna duda de que se trata de un extenso y problemático método científico riguroso y ocioso. Acometido siempre con un esmero y pulcritud impecables, como debe ser entre dos hombres de ciencia como nosotros, faltaría más.

Y permítame que le informe, que el ejemplar catalogado ayer, ha merecido que me detenga a escribir esta misiva y acercarme a la oficina de correos más próxima para enviar la carta. Algunos se preguntarán también, porque razón, en tiempos del correo electrónico y los mensajes inmediatos, dedicamos parte de nuestro miserable tiempo, en escribir una carta sobre un papel, introducirla en un sobre y molestarse en llevarla a una oficina de correos. Pobres, no entienden nada, pero dejémosles vivir en la ignorancia. Además, nunca me fie de los buzones, quién sabe lo que pasará allí dentro de aquellos inauditos cubículos amarillos expuestos a las inclemencias del tiempo y a que algún pirómano, de los que abundan por doquier, encienda una cerilla y decida jugar con los efectos de la bendita combustión del papel.

En cualquier caso, hoy solamente le escribo para informarle del hallazgo y conminarle a reunirse conmigo a la mayor y más pronta brevedad posible, dado todo lo que implica este nuevo descubrimiento, y que en ningún caso podría ser resumido en una breve carta. Le aseguro que esta vez se trata de un ejemplar excepcional de infecto.

Siempre suyo y desde la ciudad sin nombre, le escribe afectuosamente.

Eduardo de Parcent. Vigésimo sexto Señor y Vigilante Perpetuo del Condado de Parcent y sus aledaños.

Foto: Fuente Flickr Commons. Libre de derechos


© Ricard Ramon
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