Cuaderno, diario y notas de campo de Ricard Ramon

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Regreso de nuevo al cuaderno dual, tras unas semanas de inactividad, enfrascado por completo en el trabajo. Hoy reflexiono sobre el concepto de esfuerzo y recompensa, a partir de las consecuencias de la corrección y evaluación de los trabajos de mi alumnado.

A veces, no somos conscientes de lo terrible que es la narrativa de asociar el esfuerzo que le dedico a una cosa con la supuesta recompensa esperada, esta idea terrible de la cultura del esfuerzo, que construye una relación ficticia entre el tiempo y la dificultad con los objetivos o el esfuerzo conseguido. Esta narrativa está tan extendida y es tan nociva, que provoca incluso que tengamos envidia, celos y rabia de personas que hacen cosas bien sin apenas esfuerzo.

Es cierto que es necesario e importante esforzarse, y que hay que hacer algunos sacrificios, pero no es cierto en absoluto esa terrible frase de que si te esfuerzas lo conseguirás. Hay que ser consciente, que no siempre ni todo se puede conseguir. A pesar de la narrativa buenista de que todo está al alcance de tu mano con esfuerzo. Es una mentira cruel al servicio de la creación de un imaginario terrible que te acaba obligando a hacer cosas que en realidad no quieres hacer por un supuesto beneficio futuro que no llegará nunca.

Esto no quiere decir que se deben dejar de hacer cosas, ni que yo vaya a decir a alguien que no puede conseguirlo, excepto que ese empeño suponga un riesgo personal serio de salud. Pero también hay que educar en que, muchas veces, se pueden dedicar esfuerzos ingentes a hacer una cosa que no va a tener éxito, y no pasa nada. Y también hay que ser consciente de que habrá personas que podrán hacer eso mismo, muy bien sin que suponga ningún esfuerzo para ellas. Yo no soy consciente de haber dedicado ningún esfuerzo especial a aprender a escribir. Para mí es un proceso casi natural, fluido, sin esfuerzo que pueda constatar. Igualmente, existen personas que desarrollan actividades sin haber dedicado un esfuerzo medianamente importante en desarrollar esa capacidad o incluso mejorarla.

Me dedico a la educación, y soy consciente de la necesidad de aprender y mejorar de forma constante. Y precisamente, una de las tareas fundamentales del aprendizaje, estriba en aprender a detectar las potencialidades y debilidades, y a gestionar la frustración por los fracasos y la comprensión de que ni los fracasos ni los éxitos son de exclusiva responsabilidad personal. Existen factores que no controlamos, que determinan esas cuestiones, y casi siempre, o siempre diría yo, los éxitos y fracasos son una construcción colectiva. Se desarrollan a partir de un contexto determinado y con la colaboración de muchas personas.
Y no, no son las culpables de tu fracaso, pero si explican que no consigas ese éxito, si, por ejemplo, nadie es capaz de entender tu trabajo, o de valorar tu pintura, por centrarme en un tema próximo. Puede que en otro contexto o situación tuviera eco, pero también puede que ese trabajo, fruto de mucho esfuerzo, no sea bueno, y no es el fin del mundo.

Hay que ser conscientes de que las cosas tienen grados. Es decir, se pueden hacer bien o mal, con diferentes escalas en cada una de ellas. En el caso de las artes, a la que se suele acusar de subjetividad y relatividad enormes, esto es todavía más claro. En matemáticas es más simple, pero funciona igual, se espera una única respuesta como buena. En las artes también, pero la diferencia estriba en que se pueden ofrecer múltiples respuestas buenas y múltiples respuestas malas, lo que también es esencialmente objetivo, y profundamente enriquecedor. Estoy investigando sobre este mismo punto ahora mismo.

Cierro, para no romper la dinámica autoimpuesta de escribir entre 500 y 700 palabras en cada entrada del cuaderno/quadern. Recoger anotaciones e ideas sin una gran dosis de profundidad. Seguimos pensando, leyendo, observando y anotando.

#esfuerzo
#recompensa