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🍁 Educación artística trilobulada

Me ha llegado por fin el libro Paisajes de la educación artística, relato del congreso del área celebrado en Bilbao en 2020, y he decidido compartir el pequeño fragmento de texto que publico dentro de ese libro. Muchas gracias a las coordinadoras del volumen Estíbaliz Aberasturi Apraiz y Miriam Peña Zabala y a todas las personas que organizaron aquel congreso. #educaciónArtística #investigación #publicaciones #textos

El tres, siempre me ha parecido un número fascinante. Se articula como un espacio de estructuración, que ya de por sí posee una gran carga simbólica e histórica. El tres, remite a una concepción espiritual y compleja del ser humano, que aunque de raíces cristianas, va más allá y nos conecta con la idea de que somos, cuerpos, almas y espíritus. Este ámbito llevado simbólicamente al análisis del papel de la educación artística es muy sugerente. A partir de la hoja elegida, una pequeña hoja de arce recogida del suelo, establezco una serie de conexiones que parten de la experiencia y la biografía personal y la llevan al ámbito de lo profesional. La hoja fue recogida en compañía de mi mujer y mi hijo, de nuevo, el número tres, en un espacio natural maravilloso al que nos habíamos trasladado desde València a la provincia de Teruel, el Parrizal en Beceite. Quería que la hoja fuese de allí, por tratarse de un espacio amenazado por la crisis climática y; aun así, todavía espléndido, y generase esa conexión con el ámbito personal.

Me interesaba que fuese una hoja ya desgastada, lejos de esos amarillos rojizos que la hoja de este árbol presenta en otoño, como símbolo de ese período de madurez al que la educación artística aspira a alcanzar siempre, pero parece que nunca consigue. Es también muy simbólico el hecho de que se trate de un árbol de hoja caduca, lo que implica la necesidad de renovación cíclica y constante.

De esta forma, trato de establecer de forma sucinta, una serie de bases de pensamiento y reflexión en torno a la educación artística y su papel en el mundo académico y profesional, así como su conexión y papel en la sociedad, una sociedad con problemáticas y retos cada vez más complejos de abordar y a los que la educación artística como disciplina debe ser capaz de responder en mayor o menor medida, si queremos, no solo sobrevivir, sino jugar un papel importante en esa transformación y retos sociales.

Para ello he establecido en mi reflexión, partiendo de nuevo de la propia hoja y de su forma trilobulada, la sugerencia del análisis de nuestra disciplina como una hoja trilobulada, con tres cuerpos esencialmente conectados y retroalimentados entre sí y que nacen y forman parte de la sociedad a la que se deben. Esa sociedad es el árbol de arce y sus raíces. Esos tres lóbulos, los he querido asociar a esa idea inicial de triformación humana entre cuerpo, alma y espíritu, que resulta siempre muy sugerente.

En ese sentido, el cuerpo de la educación artística, aquella que se conecta con lo material, lo físico és la práctica y la producción de acciones y obras artísticas, la creación en definitiva o las Bellas Artes, o mejor las Artes, ya que el apelativo jerárquico de Bellas es sin duda cuestionable. Definitivamente, es una parte importante e imprescindible de nuestro ser como profesionales de la educación artística, el hecho de que somos artistas. Construimos nuestra relación con el mundo, y aprendemos del mundo, de los demás y de nosotros mismos mediante la producción y la práctica del arte. Además, ello es el medio con el que nos conectamos con la sociedad, aportándole la capacidad de comprender que el mundo mediado por el arte es una de las formas más intensas de conocer que existen.

El alma de la educación artística es aquella que conecta el cuerpo con su trasfondo más espiritual, la intermediaria entre ambos mundos, la que nos permite asirnos y conectarnos con la sociedad y tener un papel más activo en ella. En este caso conecta este lóbulo de nuestra disciplina con la historia del arte. Si bien es cierto que la historia del arte posee su propio camino disciplinario autónomo, no lo es menos, que necesitamos de la historia del arte para construir una mirada más compleja, abierta, universal y diacrónica. De hecho, no es posible configurar lo que llamamos educación patrimonial sino que es en connivencia directa con ella, y ese ha sido un muy fructífero camino lleno de aportaciones en beneficio directo de la sociedad, que ya conocemos, pero que por sí solo no constituye ni es la educación artística, como también sabemos.

El espíritu de la educación artística, debe ser sin duda el pensamiento filosófico. El hecho de que seamos artistas, no implica en ningún caso que el discurso sea autónomo del pensamiento filosófico. El mundo de las ideas es el que dota de sentido y de construcción simbólica y poética, porque la filosofía no deja de ser una narrativa poética también. La práctica educativa, la práctica artística y la práctica docente, esos tres nervios componentes de cada una de la hoja, de nuevo el tres, que la perspectiva del A/r/tography nos recuerda que posee nuestra disciplina, no son nada sin una base teórica de pensamiento que los sustente, que sea capaz de argumentar y de razonar de forma sólida, el porqué y cómo hacemos las cosas y de qué manera nuestra forma de hacer esas cosas contribuye y aporta un beneficio para la sociedad, o al menos para una parte de ella.

Este es quizá uno de los campos que nos quedan por desarrollar, de una manera notable, la construcción de un corpus de pensamiento sobre nuestra propia disciplina, que a día de hoy no existe, simplemente. Todos ellos son los lóbulos sobre los que entiendo debe construirse nuestra disciplina, sin complejos y con total autonomía, y son los nervios con los que debe ser capaz de conectarse con la sociedad. La didáctica y la pedagogía son la savia que alimenta esa hoja y de la que nos nutrimos y el oxígeno que producimos en nuestra fotosíntesis, debe revertir en esa sociedad. Pero para ello, necesitamos una disciplina fuerte, con sus tres lóbulos alimentándose e interconectados de forma permanente, y a día de hoy es un camino que todavía nos queda por recorrer. Ese es, a mi juicio, uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos, solo siendo fuertes como disciplina podremos ser útiles a la sociedad a la que nos debemos.

© Ricard Ramon.

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