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💡 El acto fotográfico y su vinculación a nuestras experiencias anteriores y posteriores

Un niño con un gorro y guantes azules, enfoca una cámara de fotos para disparar. Al fondo un paisaje natural.

Cuando vamos a realizar una acción fotográfica, esta nunca deviene como un elemento aislado o completamente desconectado de nuestras experiencias anteriores y posteriores. Como parte que es de un relato biográfico personal, la acción fotográfica establece una relación, no siempre consciente y meditada, con relatos o narrativas anteriores que pueden provenir de múltiples factores y situaciones. Habitualmente se vinculan a intereses personales que tienen que ver con la forma y la mirada que proyectamos sobre el mundo. Ofrecen una continuidad narrativa a nuestro propio discurso sobre el mundo o tratan de plantear una alternativa a esa narrativa ya conocida, implicando riesgos conceptuales muy interesantes desde el punto de vista de la transformación y el aprendizaje consciente.

En la medida en la que seamos capaces de establecer una conexión narrativa con nuestras experiencias y conocimientos anteriores, el acto y sus resultados, las imágenes fotográficas, contribuirán a reforzar nuestra identidad narrativa. Esta identidad personal no es otra cosa que nuestra construcción biográfica, que se define en función del mundo que vamos creando, visualizando e imaginando a nuestro alrededor con relación a los demás y a los entornos que vamos atravesando en nuestro devenir biográfico. Si reducimos el acto, al mero extracto, esas narrativas se ven interrumpidas, en el sentido en que eliminamos el valor literario, es decir, no literal, de la vida, substituida por un registro aséptico y anestésico, frente a la estética vital del acto poético fotográfico.

En definitiva, se trata de enlazar el acto con la construcción de una biografía trascendente. Aquellas que se vinculan a un autoaprendizaje y un crecimiento consciente cuyo foco no está fuera, sino dentro, en los procesos imaginativos y de pensamiento interiores. Frente a un modelo biográfico promovido por la práctica del extracto y el uso de la fotografía en ese sentido, como acta notarial de nuestras más dichosas idas y venidas por un supuesto mundo ajeno a nosotros, al que miramos como simples espectadores externos, el acto estimula un proceso de mirada trascendente.

Este es un sentido que trasciende el registro y el acontecimiento para devenir en una transición interior que nos permite avanzar en nuestra dinámica vital. Evitamos ser presos del extracto y construyendo esa biografía de una forma más libre, a partir de la producción o experimentación consciente de las imágenes que definen el mundo y que nos dibujan a nosotros en este, nuestro propio mundo.

La vida no es un flujo lineal y continuo, tal como habitualmente se presenta, ni tampoco lo es la historia, que en definitiva es una narrativa estructurada de los hechos del pasado desde una mirada interior de nuestro yo contemporáneo que pretende ser registradora, pero no deja de ser profundamente literaria. La vida, dado que vivimos en comunidad permanente, sin la cual no sería posible su misma existencia, es una encrucijada constante, permanente e inestable de deambulares biográficos, de personas que se entrecruzan y se retroalimentan constantemente unas a otras y donde no puede existir un único relato y ni siquiera un mundo.

Partir de esta premisa es fundamental para entender de qué forma se ejerce el acto y qué sentido tiene en estos procesos biográficos deambulatorios a los que nos enfrentamos cada día. Las fotografías, a pesar de presentarse como una especie de congelación temporal, no son autónomas ni objetivas y precisan de un factor clave que muy a menudo se olvida, a pesar de su obviedad manifiesta. Las fotografías solo tienen sentido si son visualizadas e interpretadas por un ser humano; de lo contrario, ni siquiera existen. Es decir, se mueven en el marco de la más estricta subjetividad, como todo lo que acontece en el espíritu humano.

Se olvida que lo humano es subjetivo por naturaleza, dado que va referido al sujeto y nada humano escapa del marco de la subjetividad, mucho menos una imagen que solo existe en la medida en que es interpretada y fijada por la imaginación del observador. No sin antes haber sido fijada e interpretada por la imaginación de su hacedor, que en ocasiones serán la misma cosa y en muchas otras solo la coincidencia en esta consecuencia del acto les hará mirar el mundo filtrado desde una parecida ventana referencial y estimuladora.

#Pensamientos
#ActoFotográfico


Si quieres completar más esta mirada sobre el acto fotográfico y su importancia, puedes leer mi artículo académico publicado en la revista Communiars al respecto, o seguir las entradas de la etiqueta #ActoFotográfico en este espacio: culturavisual.cc.

Foto: Ricard Ramon. 2019. Leica R8. Kodak Portra 400.

© Ricard Ramon.
Todo el contenido bajo licencia: CC BY-NC 4.0

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