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📚 El algoritmo natural del arte de crear espacios

Texto original publicado en como capítulo en el libro colectivo: Sobre Remolinos. Liminalidades lúdicas entre el arte y la educación. El texto publicado puede variar ligeramente de esta versión. En breve, disponible el libro completo con todas las aportaciones de sus autoras y autores.

¿Es el espacio una respuesta natural a la ausencia del vacío?


Figura 1. Las tensiones del espacio y los vacíos.

Los espacios no contienen significados inherentes a ellos mismos, más bien éstos les vienen dados a través de las diferentes actividades que en ellos llevan a cabo los diferentes actores sociales. La jerarquización de los espacios se mide, pues, tanto por las relaciones que en ellos se establecen como por la elaboración de las referencias simbólicas que se utilizan o por las personas que los ocupan (García Cortés, 2006, p. 20).

Si existe alguna cosa en la que, tanto el arte como la educación se empeñan en asumir, es en la de cubrir los vacíos, ocupar los espacios, tanto metafórica, como literalmente. La educación pretende, según algunos conceptos, que siempre están lógicamente en revisión permanente, ir cubriendo aquellos vacíos que las personas tienen con: conocimientos, información, aprendizajes experienciales, habilidades, competencias, logros, etc. Las opciones y las terminologías son múltiples, en este caso, en función de la orientación y la conceptualización de esas experiencias educativas. Algunas parten de una idea poco inocente y atractiva y cargada de intencionalidades malévolas, que desvirtúa la posición del sujeto a la nada, al ser seres vacíos, que deben ser ocupados, rellenados de aquello que la divina educación nos ofrece y que acaba siendo, en definitiva, según esas mismas premisas perversas, la que nos configura como personas. Recordemos que estábamos vacíos y la educación ha venido a llenarnos, a hacernos quienes somos, sin más, ni menos,


Figura 2. Microespacios que se expanden visual y conceptualmente.

Se trata de una idea perversa, ciertamente, pero igualmente aceptada como verdad inamovible, y que nos conduce inevitablemente al camino del adoctrinamiento. No es de extrañar, según esta premisa, que la política trate de ocupar con saña esos espacios, asumiendo su papel de rellenadores de espacios vacíos o de suplantadores de unos espacios por otros. Esa idea del “quítate tú que me pongo yo”, pero aplicada a un supuesto espacio limitado y angosto, y parece que bastante estrecho, que una vez ha sido ocupado, necesita ser despejado de todo lo que contiene para ser substituido por los nuevos objetos rellenadores, llámese ideología, que vengan a cubrir el ínfimo espacio que permanecía vacío o relleno de objetos incompatibles con los que los nuevos inquilinos desean ocuparlo. Este es el gran drama de la educación y de su relación con los espacios y con la política de ocupar espacios.

Delimitar de esta forma la educación, a ese empeño por ocupar espacios, tiene unas consecuencias sociales, políticas y culturales, que no pueden ser obviadas. Concebir así la ocupación implica, por un lado, establecer una premisa básica, que solo es cierta en apariencia, los espacios son limitados y conflictivos. Los espacios acaban siendo territorios en disputa.

Es evidente que las dinámicas de cómo se ocupan los espacios y quién los ocupa, es una tendencia fundamental en la práctica docente de las escuelas, día a día. Comenzando por la distribución del espacio elegida por la persona que ejerce como docente de esa aula. Cómo se van a distribuir las mesas dentro del espacio del aula y qué mesa va a ser asignada a cada alumno, es una decisión importante que limita o permite, el desarrollo de una educación más integradora y eficaz o de un modelo más retrógrado y vacío. Así mismo, qué pasa con el resto del espacio, dando por sentado que la mayor parte de este va a estar determinado por la presencia de los pupitres y su tendencia a ocuparlos de forma pasiva, asentando el cuerpo, domesticando el cuerpo (Alonso-Sanz, 2023).


Figura 3. Los espacios tienden a ser ocupados en la medida en que no son pensados como expansiones vitales. Fuente: autor.

El espacio tiende a ser ocupado, y el espacio educativo, tiende a ser ocupado pasivamente. Esta podría ser una ley científica inmutable que responde a los criterios de una docencia que le cuesta lidiar con el espacio vacío de la misma forma que con el silencio verdadero (Le Breton, 2009), dado que se trata de un silencio que asusta. La imposición dominadora del silencio, y no la búsqueda de un silencio consciente, también está íntimamente relacionada con la ocupación del espacio. El silencio ocupa en la misma medida que el sonido, y ambos forman parte esencial del juego pedagógico de control del espacio. El espacio se ocupa en igual medida con el silencio que con el sonido, pero hay silencios mucho más intrusivos que otros, de igual forma a como hay palabras hirientes y otras sanadoras, y sonidos expansivos e invasores del espacio y otros que construyen y ensanchan ese mismo espacio. Los artistas descubrieron estas potencialidades y cualidades, tanto de los silencios sonoros como visuales, así como de los sonidos visuales y sonoros, lo que demuestra una vez más como el arte está siempre en la vanguardia del conocimiento y abre puertas al resto de las prácticas y disciplinas académicas con soltura.

Un espacio vacío podría ser un espacio inexistente, un espacio que nadie observa, es razonablemente un espacio sin existencia constatable, o al menos sin una existencia que suponga algún provecho para la mente y el pensamiento humanos, y, por tanto, para la realidad. Pero las cosas, nunca son tan sencillas para la mente de las personas creativas, y una mente creativa se obtiene con entrenamiento específico, evidentemente. No se trata de un coto privado. Espacio y vacío, son dos cosas aparentemente contradictorias. ¿Puede el espacio ser un vacío? Es como si el espacio estuviese necesitado de ser llenado o rellenado de cosas, de personas, de objetos, como si el mismo espacio vacío, no fuese ya una cosa con la suficiente entidad como para existir, como para denotar y construir en sí mismo, como concepto y como idea. La lucha por el control del espacio, debe dar lugar a la lucha por la definición y reflexión del concepto del espacio, como entidad autónoma y lugar para la emancipación cultural y educativa de los seres humanos.

Aunque podamos vernos arrastrados por el juego de las analogías, el espacio no es un lienzo en blanco, como tampoco lo son las personas ni sus pensamientos, sobre las que el sistema educativo ejerce el papel de pintor, componiendo sobre el lienzo con los colores que define el sistema del momento. Entender los espacios, la educación de esta forma, debe ser denunciado desde los textos académicos que creen en la capacidad imaginativa y autónoma de la conciencia y el pensamiento humanos. El espacio solo es un marco de interacción, una oportunidad repleta de infinitas posibilidades y respuestas posibles, pero en ningún caso nosotros somos el espacio. Más bien somos los delimitadores del espacio, los creadores, también destructores, y al crear el espacio estamos en realidad creando el mundo, con todo lo que ello conlleva, a pesar de que ya sabemos que puede que eso que llamamos mundo, en realidad no exista (Gabriel, 2015).

¿Es el espacio el que define y delimita el mundo o es el mundo el que delimita y crea el espacio?

También va perdiendo terreno la noción geográfica de lugar como espacios discretos en los que las culturas se desarrollan relativamente aisladas unas de otras, en favor de la idea de intersección de culturas y a veces de conflicto cultural. (Efland et al., 2003, p. 101)

La concepción que cada uno de nosotros tenemos del espacio, es esencial y determinante a la hora de concebir qué es ese mismo espacio y de qué estamos hablando realmente. Definir el espacio, es, pues, una tarea urgente. Además, es una tarea pedagógica, dado que todo aquello que hacemos con el espacio, desde cómo lo ocupamos y de quiénes lo ocupan y ejercen su poder sobre el mismo, hasta las infinitas posibilidades de imaginarlo, generan estructuras profundamente educativas en un sentido o en otro.


Figura 4. ¿Esta el mundo limitado por el espacio? Fuente: autor.

Hay que partir de la idea básica de que el espacio siempre parte de nuestra conciencia y voluntad, más allá de constituirse en un lugar físico y situado geográficamente en un punto determinado del planeta, cuyas características no limitan y delimitan el abanico posible de acciones que podemos desarrollar, dado que estas posibilidades, siempre están determinadas por nuestra propia mirada. Es decir, somos nosotros, como seres humanos con conciencia y capacidad de observación crítica, quienes definimos las características del espacio, sus usos, permitimos sus abusos y decidimos hacer un uso limitado y limitante del mismo. La organización de los espacios escolares, su mobiliario, sus pupitres y el orden que impone su disposición, son un simple resultado de nuestra voluntad asociada a nuestra capacidad imaginativa. Si no somos capaces de imaginar mejores opciones de organización del espacio, que la que ofrecen los entornos pedagógicos como norma en las escuelas, es que nuestra capacidad imaginativa se encuentra profundamente mermada por el sesgo de pensar el espacio como una especie de determinismo biológico darwiniano.

Concebimos el espacio a partir de un simple algoritmo de combinaciones posibles determinadas por el concepto de espacio que asumimos, sin ser conscientes que partimos de un error de base, un limitado y limitante concepto de espacio. Esta concepción, esa idea sobre la que anclamos todas las posibles decisiones y opciones sobre las que acometer acciones posibles dentro de un espacio educativo, al final, no dejan de constituir un algoritmo, similar al que utilizan los ordenadores para decidir entre posibles opciones preconcebidas o posibles opciones no preconcebidas pero concebidas como posibilistas, en los modelos más avanzados. No olvidemos, que no somos nosotros los que imitamos las construcciones y el funcionamiento de los sistemas informáticos, sino ellos los que han sido creados a nuestra imagen y semejanza, un aspecto que a veces olvidamos con frecuencia.

Cuando hablamos de mundo, o del mundo, lo concebimos, sin demasiado espíritu crítico por nuestra parte, como el espacio que alberga todos los espacios posibles, al tiempo que delimitamos esos espacios posibles, a algunos espacios posibles y a unos usos posibles determinados. No seré yo, ciertamente, el que caerá en la narrativa buenista e ingenua de pretender que todo es posible, o me decantaré por el extremo del escepticismo radical, que no es más que luteranismo determinista y condenatorio disfrazado de liberalismo económico estúpido. Pero si es cierto, que la falta de una educación artística potente, teniendo en cuenta que son los artistas los que, en buena medida, contribuyen de una forma más desmedida, a la transformación del pensamiento y a la exploración de territorios inexplorados y, por tanto, al descubrimiento de nuevos espacios, tiene estas consecuencias limitantes.


Figura 5. Redefinir es el arte de crear nuevos espacios desde el pensamiento. Fuente: autor.

Lo que es más, y si es cierto que la disposición para aceptar mundos alternativos puede ser liberadora, e incluso que esa disposición puede sugerirnos nuevos caminos de exploración, también lo es que la mera aceptación complaciente de todo mundo posible no acaba por construir tampoco mundo alguno. (Goodman, 1990, p. 42)

Existen ya muchas lecturas que reinterpretan y resitúan aquello que entendemos por mundo, dejando claro que “La luz de la mente tiene que fluir y unirse con la luz de la naturaleza para crear un mundo” (Zajonc, 2015, p. 18) y, por tanto, también las dinámicas del espacio, se ven conceptualmente afectadas. La clave está, de nuevo, en ese proceso en el que hacemos confluir, la luz de la naturaleza con la luz de la mente, ese proceso de pensamiento artístico, que no resulta una tarea fácil y que es la que garantiza la existencia de mundos y la posibilidad de crear mundos, y, por lo tanto, de definir mundos a partir de la creación de espacios.

¿Y si en lugar de ocupar el espacio, lo inventamos, lo creamos, sobre la base de nuestro propio y libre algoritmo natural?

De manera que, cuando el arte pretende coincidir con la vida, los espacios de la representación comienzan a ser lugares que se recorren, formas que pueden tocarse, objetos con los que nos podemos relacionar o usar de diferentes maneras. (Larrañaga, 2001, p. 17)

De esta manera, ser conscientes del poder que nos ofrece el dominio consciente, no del espacio, ni siquiera de su ocupación, nos deja un margen para la esperanza. Las ocupaciones se las dejamos a los que tienen miedo a los espacios abiertos y libres y desean, o privatizarlo todo, o dominarlo todo, y para ello emplearán todos los medios posibles, con la violencia como el eje central de sus acciones. Precisamente, por eso es tan importante aprender a construir otro tipo de espacios, a delimitar los espacios como ejes poéticos, como transiciones vitales e intelectuales del pensamiento. Así, las instalaciones artísticas se alzan como una necesidad fundamentada y orientada hacia la creación de conocimientos sensibles.

Empezamos a expandir la idea del espacio gracias a la intervención providencial de las prácticas artísticas y el papel que juega todo este entramado relacional en la construcción del conocimiento, lo que es lo mismo que decir su papel educativo. El arte contemporáneo, a través de una de sus ramas más sólidas e innovadoras, las instalaciones, dibuja un entramado de relaciones simbólicas y conceptuales que se imbrican en esta tarea de crear conocimientos, que es a la vez una tarea nada sencilla, pero dibujada desde la posición del sujeto activo de una forma natural. Así llegamos a la vía en la que la instalación artística y su desarrollo nos permite activar la idea del algoritmo natural, frente al algoritmo tecnológico digital.


Figura 6. El arte se confunde con las personas y el espacio en una misma dimensión. Fuente: autor

El algoritmo digital es un algoritmo binario, que se construye sobre la base de ir desviando una posible respuesta tras otra para encontrar aquella que el algoritmo considera la adecuada en función de la información previa que recibe. El algoritmo digital está, por tanto, siempre cerrado en sí mismo, en su propio espacio, del que no puede salir bajo ningún concepto. Es un algoritmo limitado y limitante, que nunca, nunca es inocente, dado que los caminos de todas sus posibles respuestas, han sido definidos y determinados previamente por una persona, un grupo de personas o máquinas producto de la ensoñación imaginativa de personas. Está, por tanto, siempre ligado a voluntades, normalmente voluntades corporativas e intereses políticos y sociales evidentes, como siempre, nada nuevo bajo el sol. Incluso aquellos modelos de algoritmos que podemos considerar más avanzados, los llamados inteligencias artificiales, que ofrecen respuestas inesperadas y aparentemente creativas, solamente suponen un espejo deformado de la proyección de nuestra propia creatividad humana, dado que a menudo se olvida, que el requisito fundamental para ser creativo, es ser mente, es decir, tener conciencia de.

La IA no puede tener conciencia de sí misma jamás, por más que nuestras ensoñaciones de ficción hiperbólica las proyecte en cientos de películas y narraciones desde Blade Runner en adelante, hasta llegar a la exasperante y ruidosa condición de nuestro presente distópico. Solo podemos conformarnos con la ficción de una ficción, que en realidad acaba siendo una gran mentira.

Lejos de las verdaderas ficciones cargadas de verdad. Una mentira que nos remite a creer que esas respuestas prefabricadas o programadas para ser prefabricadas, aunque sea con una enorme sofisticación y un más que enorme consumo de energía para permitir sus cálculos de probabilidades de apariencia infinita, son una respuesta consciente de una máquina que no puede ser consciente de nada salvo en nuestra infinita capacidad imaginativa e hiperestimulada. Resulta profundamente enternecedor observar a mentes entrenadas en el yoga del materialismo científico (Kastrup, 2021) creer ingenuamente en la posibilidad de que esas maquinitas, por muy caras y útiles que pueden llegar a ser, son algo más que meras respuestas algorítmicas, creyendo que aquello que nos devuelve aquel programa y sus microprocesadores calentándose hasta el extremo y bebiendo mucha más agua que la que necesitará un humano en toda su existencia, lo que demuestra su debilidad manifiesta, puede tener conciencia, al tiempo que niegan la existencia de ningún dios.

Su fe objetivista se diluye en la ficción creada de creer en la conciencia de sus maquinitas, que nadie negará que podrán aportar ingentes beneficios al mundo, y más beneficios a las empresas privadas que los gestionen, pero que nunca, jamás podrán tener conciencia de sí mismas, porque la conciencia, precisamente no reside en la materia, y el algoritmo binario no es más que materia. Una pobre materia en lo que a conciencia se refiere, dado que le está vetada la contemplación de la belleza y la creación de la belleza poética, y la comprensión profunda del amor, que no es posible sin la existencia de una conciencia. Mientras tanto, podemos seguir imaginando, en realidad esa es nuestra única e importante función, que las máquinas y sus algoritmos generan algún tipo de conciencia, pero todos sabemos que eso jamás ocurrirá, como tampoco ocurre que las rocas piensen o hablen, aunque Michael Ende nos lo muestre en todo su esplendor, gracias al poder de la literatura.


Figura 7. El espacio se experimenta en múltiples dimensiones y direcciones. Fuente: autor.

Nuestra conciencia es precisamente la que nos permite crear y delimitar el espacio. La que nos permite imaginar los usos posibles de ese espacio y decidir que hacer sobre el mismo, y que medios y empeños vamos a poner en tratar de hacer lo que nos hemos propuesto en nuestra decisión. Y el instrumento predilecto del algoritmo natural creativo, son los medios artísticos. Las artes se constituyen en instrumento predilecto del pensamiento creativo y este es el medio perfecto para posicionar nuevos relatos de interpretación y reconstrucción.

Las artes nos permiten experimentar las sensaciones que generan los espacios y las relaciones; por medio de ellas aprendemos a ver lo que no habíamos visto, de sentir lo que no habíamos sentido, emprendemos un proceso donde se reconstruye nuestro ser, nuestras identidades. (Mesías-Lema & Sánchez Paz, 2018, p. 111)

Este proceso de reconstrucción identitaria y personal que obtenemos a través de las artes, es un proceso educativo, al ser esencialmente, un proceso transformador, en ocasiones incluso sanador. Y las artes que se fundamentan en la definición, creación y reconstrucción permanente y poética del espacio, son esencialmente las instalaciones y las vídeoinstalaciones. A través del desarrollo de proyectos artísticos de instalaciones, el alumnado aprende el dominio y control imaginativo del espacio. Aprende a crear el espacio y que este se convierte en un estímulo permanente de aprendizajes sensibles.

Ser capaces de crear espacio poético, de delimitar espacio a través del vacío material, como por ejemplo, a través de la luz y del sonido, capacita a las personas hacia una nueva forma de concebir el mundo, alejada de las caducas concepciones del espacio que delimitan nuestra mirada y limitan nuestra mente. Una vídeoinstalación, puede hacer que un muro se abra a un universo infinito de posibilidades. Un juego adecuado de sonidos, unas luces que crean espacio, pero todo ello, sin sentidos efectistas y vacíos, sino centrados en la creación de un espacio de inmersión poética, que es la vez un espacio de experimentación pedagógica, de aprendizaje sensible, de expansión mental. Las instalaciones artísticas desarrolladas desde el arte contemporáneo como referencia, surten un efecto estimulador e inmersivo, que ninguno de esos absurdos espectáculos de luces basados en pintores famosos, que están tan de moda, puede ni siquiera aspirar a obtener, dado que se trata de una inmersión auténtica, en un mundo verdadero, no en una ficción que se vanagloria en su banalidad.

La experiencia de varios años de incursión y creación de instalaciones artísticas en las que los futuros docentes, diseñan, inspirándose en referentes del arte contemporáneo, sus propias propuestas de instalaciones, permite delimitar con claridad el enorme impacto educativo de estas prácticas y valorar los caminos y las acciones creativas que el alumnado plantea, y que nos ayudan a perfilar el papel del arte de crear espacios en la construcción de conocimientos de forma activa. En todas las propuestas prevalece una cuestión de fondo fundamental, y es aquella que pone título a este texto, a esta pequeña aportación, la idea de que el espacio puede ser dominado a través de la creación de espacios imaginativos, utilizando los recursos adecuados. El espacio debe ser diseñado previamente, una tarea en la que se pone en juego el algoritmo natural, que no es otra cosa que el pensamiento creativo. El diseño y creación de espacios a través de la poética del arte y de todos los elementos que esta pone en juego, activa el pensamiento artístico de una forma notable y contribuye a la creación de nuevos conocimientos, vamos a desgranar y valorar algunos de ellos en función de cómo permiten poner en marcha el algoritmo natural de crear espacios.

La resignificación del objeto, es uno de los primeros elementos que se pone en juego, y el pensamiento debe activar a través de un esfuerzo importante. Esto es un aspecto fundamental y propio del pensamiento artístico y creativo, pensar implica una acción, y poner en relación el pensamiento con todos los elementos complejos de las dinámicas que la creación poética posee de forma implícita y explicita. Partir de objetos cotidianos creados para servir a un determinado fin y utilidad y pensar, a través, primero, de una observación atenta y en profundidad sobre esos objetos, sus cualidades intrínsecas y extrínsecas, es una de las primeras tareas. Seleccionar esos objetos, en función de su disponibilidad y acceso, de su capacidad óptima para ser utilizados sin riesgo en un entorno pedagógico, todo ello implica ya una cadena de decisiones y selecciones, que parece sencilla, pero que no lo es en absoluto. El orden en la construcción de la idea y proyecto de una instalación artística pedagógica, no siempre es lineal, casi nunca lo es, en realidad. Y en ese sentido, la selección de materiales, su disponibilidad, puede condicionar el diseño y la conceptualización de la idea. No siempre se parte de una idea, un concepto o un tema sobre el que se quiera trabajar, sino que el aprendizaje de la mirada, aprender a ver los objetos y sus posibilidades, nos facilita y activa nuestra capacidad creativa para aprovechar las contingencias y poder diseñar y conceptualizar a partir del objeto. Esto es uno de los mayores aprendizajes que las artes proveen al mundo. En el trabajo con las instalaciones, explorar las relaciones y las posibilidades que posee cada objeto supone ya un enorme reto pedagógico.

Establecer relaciones sería otra de las acciones que pone en marcha de una forma directa el algoritmo natural de crear espacios. Frente al dilema enfrentado del acto de crear espacios poéticos, el pensamiento empieza a activar todas las posibles opciones que implica la necesidad de crear un muy complejo entramado de relaciones que pone en marcha todos los algoritmos posibles, dado que la complejidad de respuestas e interacciones, son prácticamente inagotables. La superioridad del algoritmo natural se establece aquí, dado que el pensamiento artístico no responde a una estructura lógica o previsible, basando precisamente su fuerza en que lo previsible es lo único que no esperas de una creación artística, sea en el formato que sea. El creador de estos espacios, debe aprender a poner en relación cada uno de los objetos, y no objetos, que participan entre sí, hasta el punto que mover un objeto unos pocos centímetros, puede implicar un cambio de relaciones y conceptual que derivaría la instalación hacia caminos nuevos. La amplitud de decisiones posibles, y más teniendo en cuenta que esas decisiones implican el trabajo colectivo y la ejecución de consensos, dado que el proceso de diseño propuesto era por equipos de trabajo de varias personas, la cuestión todavía amplía el espectro de decisiones, complejidades y aprendizajes implicados.


Figura 8. El espacio se construye desde múltiples marcos de relación. Fuente: autor

La idea de la creación de espacios, y de cómo el espacio puede ser creado sin ser físicamente ocupado por un objeto material, en el sentido que le damos a la palabra y concepto material habitualmente, también se convierte en uno de los ejes centrales del proceso de aprendizaje que implica trabajar en la creación de instalaciones artísticas. El audiovisual, la vídeo creación, en ocasiones genera un microproyecto, que puede llegar a ser macro, dentro del proyecto de la instalación, que debe pensarse para el espacio y su ocupación a través, en ocasiones, de vídeos de varios canales de proyección, donde pantallas múltiples se reproducen generando ellas mismas el espacio. En estas proyecciones, es fundamental tener en cuenta, además, el tamaño de la proyección, sobre qué espacios u objetos se proyecta, la disposición de cada una de las proyecciones respecto a la otra, el sonido, o el silencio, que viene asociada a esta y muchos otros factores adicionales que se suman al proceso de pensamiento de lo que hemos llamado como algoritmo natural del arte de crear espacios. El sonido, además, puede ser un factor determinante y autónomo de este proceso, como ya hemos visto, y que se incorpora a las dinámicas de la visualidad poética. Además, el espacio puede ser permeable a múltiples divisiones y reinterpretaciones, a partir de la propia reinterpretación del material.

En conclusión, trabajar con instalaciones artísticas, activa de una forma privilegiada los procesos del pensamiento necesarios para desarrollar profesiones vinculadas con la enseñanza, dado que en este ámbito, las capacidades que más se valoran, se vinculan a escenarios de respuestas creativas, a ofrecer posibilidades expansivas a problemas, a definir los marcos del mundo desde posiciones netamente humanas y derivar la tecnología, el objeto y sus usos a un servicio e instrumento del pensamiento, y no supeditar ese pensamiento al algoritmo no humano y los intereses de los humanos que se agazapan tras los códigos binarios que los sustentan. Nos seguimos leyendo.

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Referencias

Alonso-Sanz, A. (2023). Miradas diversas para la escuela que deseamos: coeducación inclusiva con artes. Octaedro.
Efland, A. D., Freedman, K., & Sthur, P. (2003). La educación en el arte posmoderno. Paidós.
Gabriel, M. (2015). Por qué el mundo no existe. Pasado y Presente.
García Cortés, J. M. (2006). Políticas del espacio. Arquitectura, género y control social. Iaac.
Goodman, N. (1990). Maneras de hacer mundos. Visor.
Kastrup, B. (2021). ¿Por qué el materialismo es un embuste? Atalanta.
Larrañaga, J. (2001). Instalaciones. Nerea.
Le Breton, D. (2009). El silencio. Sequitur.
Mesías-Lema, J. M., & Sánchez Paz, C. (2018). 'Paisajes del yo': Simbiosis sensible del cuerpo, espacio y luz en el aula de infantil [Artículos]. Eari. Educación Artística Revista de Investigación, 9, 110-130. https://doi.org/10.7203/eari.9.10927
Zajonc, A. (2015). Capturar la luz : la historia entrelazada de la luz y la mente. Atalanta.

© Ricard Ramon 2024.

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