Lo salvaje
En la montaña todos los sentidos se expanden, se despiertan de su largo letargo ciudadano para magnificarse hasta límites insospechados. Es un mecanismo natural que se da solamente cuando tu vida depende literalmente de vos mismo, de tu cuidado, conocimientos, técnica, habilidad, instinto y suerte. Es en esas fronteras de la percepción donde nuestra vida se entrelaza con lo salvaje y el corazón vuelve a estar más cerca del animal que del ser humano.
Es la necesidad de seguir conectados con esta vida, lo que nos lleva a sintonizarnos con la roca, con el hielo, con la nieve y su complejidad, es aprender a vivir en un entorno hostil, a menudo irreal, absolutamente estéril y a la vez apasionante. El devenir del tiempo pierde su signicado. Es en ciertos y precisos rincones donde se llega a sentir la absoluta incongruencia entre la vida y la montaña....finalmente te das cuenta que uno esta ahi y no sos más que viento... te das cuenta que es un espacio único, salvaje, ya no es un juego, es comenzar a vivir… Se comienza a entender las nubes, amar el sol, disfrutar el viento y los colores, se golpea la roca y se la oye, se desconfía, se descifran sonidos, se piensa, se calcula, se estima, se respeta, se elige, se cuida y se disfruta. Los clavos cantan, las miradas hablan, el silencio lo es todo. Ya no se vuelve a ser el mismo, hay cosas que dejan de ser importantes, el contraste lo es todo y adquirimos con los años de percibir estas sensaciones una mirada muy particular de la vida.