Esfinge

Estoy cansado, escalar todo un día es bastante duro. Los tiempos se alargan, el peso de transportar una mochila durante largos enteros es enorme. Cae el sol y encontrar un espacio cómodo para colocar el traste en esta verticalidad es algo reconfortante.  Aquí y allá crecen flores, extrañas flores de altura, hay vida en esta pared de granito peruana, aparte de la nuestra.

Lejanos y vertiginosos nevados nos rodean, el altímetro ronda los 5000m, pero estamos a gusto y esperanzados con el día siguiente. Rápidamente los anaranjados de la tarde y los amarillos del día se extinguen para convertirse en dulces violáceos y azules blanquecinos que tiñen las laderas cargadas de glaciares de magníficas montañas vecinas.  Por momentos el paisaje y el silencio que abruma lo es todo.  El frío avanza tan rápido como el sol desaparece, aún bulle la sangre caliente en nuestros músculos. Unas horas y la noche nos separan del día siguiente. Estamos entregados totalmente a los planes de la naturaleza, el sol al irse deja paso a la noche que lo domina todo.

La vida se traduce en espera, en las ansias por un nuevo día, en la esperanza de ver nuevamente el sol surgiendo del horizonte, pareciera como si el frío endureciera los engranajes del tiempo. Todo se detiene, todo se enfría irremediablemente, todo muere.

Cada hora la daga del frío vuelve a atacar, buscamos la manera de calentarnos haciendo movimientos rápidos, intentamos dormir sobre el equipo de escalada que parece nos aisla bastante bien. El padecimiento es insignificante comparado con el cielo cubierto de miles de estrellas y sus colores que dibujan el perfil de hermosas montañas.

Por la madrugada la ansiedad por sentir el calor del sol es enorme, no concebimos que el día  que comienza no nos traiga de regreso el sol. Se nos revela en forma descomunal la importancia que tiene el sol para la vida, casi como una enseñanza ancestral, volamos millones de años con nuestras mentes hasta aquellas primeras culturas. Las primeras luces, el primer rayo que pega de lleno en nuestros ojos es algo maravilloso, un verdadero regalo de la naturaleza. Amanece, comienza la vida, un paisaje increíble nos rodea, la cordillera blanca, la selva peruana, cientos de metros de granito vertical nos separan del piso y nosotros sin posibilidad de desayunar ya estamos acomodando el equipo en los portamateriales.