Escritos profundos, reales o imaginarios, pero honestos

Ante el evento de la muerte

Unos días antes que mi papá entrara en coma irreversible, sintiendo él la inminencia de la muerte, logró hablar un poco, me aconsejó que atendiera mi salud por mis problemas de ronquido o en palabras médicas, problemas de apnea. Él dijo que lo que sucediera ya no importaba porqué él ya había vivido lo suficiente, y en ese momento no logré asimilar el contenido de esa expresión.

“Yo ya he vivido”

Siete años después, pienso seriamente en el evento de la muerte, qué significado tendría para mí, saber que estoy en grave riesgo de muerte, o que me acecha una enfermedad incurable.

Me hago estas preguntas:

¿Cambiaría mi actitud ante mi familia? ¿Me volvería odioso, sentiría desasosiego? ¿O, por el contrario, presentaría batalla y me sentiría fortalecido?

¿Tiraría la toalla y me echaría a morir?

¿Prepararía mis cosas y me acercaría más a Dios? ¿o, por el contrario, me sentiría traicionado por Dios y perdería mi fe?

No sabemos a ciencia cierta qué nos espera después de la muerte. Pero estoy casi seguro que nos espera un cambio de cuerpo, de uno material a una vestimenta espiritual, no corpórea, en otro universo u otra dimensión.

Albergaba la esperanza que mi papá despertaría del coma, a veces me parecía que hablaba y decía “agua”. Tenía la fe que, para el día de la Virgen de Guadalupe, él se recuperaría y nos sentiríamos contentísimos de que todo se había superado.

Aunque parezca que en mis palabras hay rencor o resentimiento, es normal que, ante un evento de esa magnitud, teniendo a un familiar muy querido como tu papá o tu mamá en trance de muerte, encuentres fuerzas para confiar en Dios y en su respuesta divina.

Pero muchas veces no se cumplen nuestros deseos aún cuando sean a favor de los padres. Dios sabe lo que hace y sus decisiones son inapelables.

No aprendemos del dolor ajeno, hasta que lo experimentamos en nuestra propia carne. Cuando desconectaron a mi papá de la máquina que lo tenía con vida “en teoría”, atado del hilo de contracciones en el corazón que genera la adrenalina de forma sintética, se me hizo un nudo en la garganta, más al ver cómo le aplicaban el desfibrilador más por compromiso que por otra cosa, o a lo mejor haciendo la mueca porque las enfermeras volteaban a ver hacia donde yo estaba, a unos 10 o 15 metros.

Sabemos que el tiempo existe, y que el tiempo pasa, y que es una variable física, porque la intuimos en los cambios que vemos a nuestro alrededor. Veo los cambios en la salud de mi mamá, y en mi propia persona, y es entonces que me doy cuenta de que el tiempo ha pasado, que uno envejece drásticamente, y se comienzan a masticar las hojas del evento de la muerte.

Heme aquí, dándome cuenta de que la muerte está cercana y que ella te espera con la mayor paciencia del mundo, sin desesperación, sentada en un taburete viendo cómo luchas por sobrevivir, aunque es ridículo creer que se puede escapar de semejante adefesio.