En busca de Frankl
Cuando conoces la historia de un Doctor en Medicina y Filosofía, psiquiatra, neurólogo y poseedor también de 29 doctorados honoris causa por si le faltaba algo, fundador de la logoterapia, tercera vía de la psicoterapia de Viena (por fortuna, porque las de Freud y Adler…otro día hablamos de eso), cuando conoces su paso por los campos de concentración nazis y que fue en ese infierno donde forjó su teoría psicológica basada en el existencialismo, cuando conoces todo eso, no puedes menos que leer a Victor Frankl
.
Nada de lo que yo pueda reseñar le haría una mínima justicia a este libro tan conmovedor, que remueve y pone a prueba todo tu andamiaje emocional. Siempre ocupará lugar preferente en mi estantería.
Aquella Viena de principios de los 40 ya tenía a la población judía en el punto de mira. Frankl y su familia, judíos, empezaron a pensar en la huida. La hermana logró escapar a Australia pero un hermano fue capturado en Italia y todos murieron en un campo. Viktor tenía visado a EE.UU. Pero la documentación de sus padres podría no ser suficiente. Así que Viktor optó por no abandonar a sus padres. Y cayó en Auschwitz. Su recibimiento fue descorazonador. Imploró a un guarda la conservación del manuscrito que ocultaba en su chaqueta. Ahí iban años de trabajo. La única copia. Se lo rompieron en su cara en medio de burlas. Es difícil no sentir compasión por él. Pero Frankl siempre huyó de ser considerado un héroe. Se centraba en la discusión científica de sus teorías y prácticas. Un hombre sin más. Con sus éxitos, ilusiones, reveses y caídas. Nunca usó esa experiencia “de película” en los campos para sacarle partido y colocarle en un lugar de privilegio. Y ese es uno de los retos, estudiarlo y pensarlo tratando de apartar esa vida heroica y digna de sus propuestas.
Volvió exhausto del campo de concentración. Toda su familia (incluida su mujer, Tilly Grossner, embarazada y obligada a abortar en Auschwitz) había muerto. Es entonces, en medio de un dolor insoportable cuando su vecino y amigo Paul Polak le recuerda que aún custodia una copia del manuscrito (esto le permitió a Frankl concluir ágil su libro Psicoanálisis y existencialismo). Otro amigo, el doctor Tuchmann, le ofreció un puesto provisional de neurólogo. Todo empezaba a carburar un poco.
Pero la herida abierta del campo no le dejaba seguir adelante. Y decidió volcar en papel toda esa vivencia terrible. Tres secretarias en nueve días, por turnos y de manera taquigráfica, vuelcan en papel el tsunami imparable de palabras que salen de las entrañas de Frankl.
Así salió en 1946 Un psicólogo en un campo de concentración. Pocas ventas en Alemania. Pocas ventas también en inglés entre 1955 y 1959 (con el título Desde el campo de la muerte al existencialismo). Pero, de repente y contra todo pronóstico, Gordon Allport pide al director de la Beacon Press
que reediten el libro. Le piden a Frankl que incluya una pequeña introducción a la logoterapia. Era 1961 y el libro empezó a venderse de manera imparable. Y su éxito definitivo fue gracias a la edición en bolsillo de la Washington Square Press
. Ignorado por revistas especializadas, por la prensa y “entendidos” de toda índole, el libro fue recomendado boca a boca hasta vender millones de ejemplares en casi 79 ediciones y ha sido traducido a más de 30 idiomas.
No he contado nada del libro, sólo su historia y contextos, a conciencia. Este no lo quiero destripar. Merece la sorpresa disfrutona de una primera lectura. Acudan a sus bibliotecas o librerías de cabecera.