Ricard Ramon

☣️ ¿Es la tecnología un monstruo que se alimenta de su propia literatura?

La tecnología abarca una multitud enorme de aspectos, desde algo tan básico como un martillo o una cuchara, hasta los modelos de inteligencia artificial generativa. No obstante, en los medios, en las tertulias digitales, en los blogs y en las redes, cuando se habla de tecnología, la conversación acaba girando en torno a los últimos avances en tecnología digital. Más allá de ignorar las tecnologías analógicas o mecánicas, sin las que sería imposible mantener nuestro modo de vida, la cuestión estriba en que la tecnología se ha convertido en un fin en sí misma, y no en lo que debería ser, un medio. Aunque hay que andar también prevenido en este último aspecto, dado que la tecnología que más avances genera siempre tiene clara que es un medio, pero un medio para el horror y la muerte, y es la tecnología militar. #tecnología #reflexiones


Foto Ricard Ramon.

Cuando hablo de un medio, me refiero a un medio para un fin, que debería ser siempre beneficioso para las personas, por lo que se hace necesario incorporar nuevas literaturas y relatos humanísticos y artísticos en la ecuación. Por ejemplo, una aplicación que me permite pedir cita en mi médico de cabecera, sería en principio un fin loable, y su tecnología el medio. Esto no es siempre tan sencillo, por ejemplo, si el sistema de citas no funciona o me da cita para dentro de dos meses, porque unas decisiones políticas han priorizado el uso de la sanidad privada y el beneficio de determinados grupos de personas privilegiadas sobre el resto.

Pero los debates en los medios y foros tecnológicos, se centran y focalizan en la tecnología en sí misma, en sus códigos, sus estructuras, sus arquitecturas, sus detalles y especialmente en su capacidad para generar impacto. Así, se acaba cayendo en una vorágine de autocomplacencia de tribu. De adoradores y aduladores, de la última capacidad, aunque sea una capacidad que no usaremos jamás o ni siquiera comprendemos, porque realmente no necesitamos comprenderla ni usarla.

El debate gira en torno a una especie de metafísica existencial sobre el ser y su esencia tecnológica suprema, olvidando lo único importante, el uso y el beneficio para las personas, que debiera ser el relato sobre el que descansara todo. En el caso de la IA, la idolatría hacia sus arquitecturas deriva en una metaliteratura centrada en alimentar sus logros y conducirnos únicamente al asombro perpetuo de lo que es capaz de hacer y a la promesa permanente de un futuro en el que nos sorprenderá de forma inagotable. Le preguntamos cosas a ChatGPT, solo para ponerlo a prueba y perder nuestro valioso tiempo, más una ingente cantidad de energía y agua, en un contexto de inestabilidad climática catastrófica autoprovocada por nuestros errores, que no somos capaces de enmendar.

Así, entramos en un bucle de deseos proyectados y permanentemente insatisfechos, dado que esperamos un progreso infinito y lineal, derivado de nuestra concepción del mundo dominada por el neoliberalismo darwinista. Un modelo que solo puede aspirar a esa misma metaliteratura y está condenado a ser engullido por sí mismo. En el arte y la mitología ya está todo prescrito, cuando visualizamos las terribles y bellas pinturas de Goya de Saturno devorando a sus hijos, que en este caso, sería más bien, Saturno devorándose a sí mismo.


By Francisco Goya, Public Domain

En el ámbito educativo, que es mi ámbito profesional, es habitual la práctica de introducir una tecnología en el aula, y luego ya valorar si realmente resulta útil y necesaria para el aprendizaje. En muchos casos, este se reduce a aprender sobre la propia tecnología y alimentar de nuevo ese bucle de metaliteratura, que solo profesionales muy competentes en la docencia, se ven capaces de superar una verdadera narrativa útil de creación de conocimiento, comprendiendo su uso instrumental.

Otro ejemplo que también forma parte de mi ámbito más cercano, es el de la fotografía, un tema sobre el que volveré a escribir en breve. Los foros sobre fotografía, suelen reducirse a debates enconados sobre las capacidades técnicas de las cámaras, las habilidades técnicas de los fotógrafos y fotógrafas, estas últimas más ausentes, afortunadamente para ellas, de las luchas intestinas entre Canonistas y Nikonistas. Con suerte, la cosa deriva en valorar los procesos técnicos o de postprocesado seguidos para conseguir determinado efecto en una imagen. De nuevo la tecnología fagocitada por su propia literatura, hasta límites absurdos.

En el ámbito de la informática, no diré nada, no es mi ámbito, solo soy un usuario que busca aplicaciones y medios prácticos para mis fines, intentando un uso y elección éticos, eso sí. Pero si la literatura tecnológica encuentra un campo propicio para devorarse a sí misma, esta es su cima, como todo el mundo sabe, sea o no del gremio.

En definitiva, la literatura tecnológica ha superado en pocos años a la propia tecnología innovadora que se produce, creando un bucle similar al que dicen entrará la propia IA cuando se acabe alimentando de sus propios productos. La cuestión es que la mayor parte de las profesiones se pueden ejercer sin leer ni una sola línea de la literatura tecnológica, pero si los creadores y los dueños de las tecnologías solo se alimentan de su propia literatura, todos los demás, tenemos un problema grave.

Mientras, la tecnología más certera y fiel a sus fines, la militar, sigue su rumbo y crecimiento imparable y demuestra su fría y miserable eficacia en todos sus frentes, que cada vez son más, y que representa una no metáfora de la idea de Saturno devorando a sus hijos.


© Ricard Ramon
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