Un blog de Rita Arosemena–Perez sobre minimalismo y autonomía

La vida es una montaña

Una suposición común es pensar que subir a la cima de una montaña es la parte más difícil. Y tiene sentido: nunca has estado ahí antes, no conoces el terreno…

Además, si ves el pico de una montaña desde abajo, la sensación es sobrecogedora. Estremece cada parte del cuerpo.

Pero, en realidad, tener la montaña en contra es lo que hace que llegues a la cima. Es más difícil mantener las piernas firmes con la montaña a favor, porque no tienes que esforzarte para avanzar. O, al menos, crees que no tienes que esforzarte.

Hay formas llanas y quebradizas que se unen, puntas que sobresalen como si rasgaran el cielo… Es un poema de continuidad. Y también una advertencia.

Entonces, piensas:

“No hay manera de que yo supere esto”.

Revisas tu equipamiento, la ropa que llevas puesta, mides tus niveles de entusiasmo... Aunque no estás en las peores condiciones, la duda te acecha.

Pero ya estás ahí, así que tal vez llegues a la mitad y des media vuelta, cuando las cosas comiencen a ponerse difíciles.

Te consuela saber que, al menos, harás el intento. Y emprendes la subida.

Estás alerta. No demasiado motivado –de todas formas, no vas a llegar a la cima–, pero todos tus sentidos están en la ruta.

No quieres resbalar y caerte, porque sabes lo peligroso es un accidente en las montañas.

Das cada paso con cuidado y consciencia, como si pintaras un paisaje. Y lo que pasa a continuación, en los próximos cien o doscientos metros, es lo que define el resto de tu vida.

Mucha gente no lo ve así, pero cuando piensas en la formación de hábitos, funciona igual:

Si puedes mantenerte motivado para repetir una acción el número suficiente de veces, se volverá automática. Lo harás sin pensar. Habrás adquirido un nuevo hábito, solo porque decidiste hacer lo mismo, una y otra vez.

En tus primeros cien metros de adversidad, cuando tienes la montaña en contra, es tu tenacidad y no tu “capacidad” lo que importa.

Cuando la pendiente se pone inclinada y los músculos empiezan a doler, lo que te separa de la cúspide es la decisión de dar un paso, y luego otro, y uno más. Hasta que sigues avanzando automáticamente, y pierdes la cuenta.

Sin saber cómo ni cuándo, habrás llegado. Simplemente, porque elegiste no detenerte.

#autonomía


© por Rita Arosemena–Perez. | ¿Algún comentario? Encuéntrame aquí: LinkedIn | Email

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