Blog de Yúbal, donde hablo de música, series, tecnología y de cualquier otra cosa que se me pase por la cabeza.

Una historia de cementerios

Hoy es el día de Todos los Santos en España, ese festivo en el que todas las personas van a los cementerios de sus localidades para recordar a los familiares que ya no están. Y es un día perfecto para contarte que yo trabajé en un cementerio durante tres años, y que desde dentro es el día con más trabajo del año.

Sí, esta pequeña entrada es un reconocimiento para todos esos trabajadores que llevan una o dos semanas limpiando y adecentando el cementerio para que esté perfecto. Esos trabajadores que 30 minutos después de abrir las puertas empezarán a tener que limpiar toda la porquería que los demás dejan en todas partes, porque dos o tres metros parece que es demasiado lejos para molestarte en tirar algo a la papelera en vez de en el suelo.

Esos trabajadores que tendrán que hacer de intermediarios porque sí, porque hay personas que roban flores y objetos de otras tumbas. Y así, acabas teniendo que calmar a esa persona que vino ayer a arreglar una tumba o un nicho y que, cuando ha vuelto hoy, ha visto que sus flores han desaparecido.

Yo, enterrador

En 2016, comenté en mi actual trabajo que había sido enterrador, y me pidieron escribir un artículo sobre cómo fue esa experiencia. El resultado fue un artículo llamado Fui enterrador durante tres años y no es un trabajo tan muerto como se piensa, y que te invito a leer si quieres saber todos los detalles sobre ese trabajo, lo que experimentas en él y cómo afecta a tu manera de ver las cosas.

Cuando le cuento a alguien que he trabajado como mozo funerario o enterrador puede haber dos tipos de reacciones. A veces puedes ver el morbo brillar en los ojos de la otra persona, y te hace todo tipo de preguntas (aunque puedes reconocer que hay muchas otras que no se atreve a hacer). Y hay otras personas que simplemente prefiere no hablar de ello, porque la muerte todavía sigue siendo un tema muy tabú.

Tal y como cuento en el artículo, los primeros dos o tres meses de este trabajo fueron muy duros mentalmente, ya que ves cosas bastante duras a diario. Todavía tengo grabado a fuego en mi mente el primer cuerpo que desenterré. Pero la mente humana es capaz de adaptarse a cualquier cosa, y luego te conviertes en ese amigo del grupo al que todos miran cuando salen cadáveres en una película y serie. Porque sí, yo soy esa persona que te dice “esos huesos están demasiado blancos” o juzga el aspecto que tiene el cadáver o la momia que aparece en pantalla.

No quiero extenderme mucho sobre cómo es el trabajo de enterrador, porque está todo en el artículo, y no quiero limitarme a copiar y pegar lo que puse en él en su día. Pero sí te diré que he hecho y he visto todo lo que puedes imaginarte. He enterrado, he incinerado, y he desenterrado cuerpos en todo tipo de estados. Por ley, un cuerpo no se puede desenterrar hasta que hayan pasado 3 o 5 años (creo). Solo se puede hacer antes en casos excepcionales. Y yo, que he sido testigo de algunos de esos casos, te aseguro que hay una buena razón para estos límites.

No voy a dar muchos detalles, pero lo que hueles y lo que ves en esos casos es muy difícil de soportar y olvidar, y he visto enterradores con muchos años de experiencia teniendo que irse porque sus tripas no lo aguantaban. En mi caso, parecía ser de los que mejor lo llevaba del equipo, por lo que fui uno de los dos o tres a los que siempre llamaban para ello.

Sin embargo, lo peor de este trabajo no son los muertos, porque al final son solo cascarones vacíos. Lo peor es el dolor de los vivos. Cuando la muerte es natural y la persona era ya muy mayor o estaba muy enferma es un dolor suele ser más llevadero. Sí, duele mucho, pero te queda el consuelo de que esta persona vivió una vida larga… o por fin ha dejado de sufrir. Pero lo peor de todo, lo que más te destroza por dentro es ver el dolor de una madre cuando entierra a una hija o un hijo con de apenas 4 o 5 años.

Como puedes imaginar, este es un trabajo lleno de esos momentos que se te quedan grabados en el recuerdo. Puede haber algunas anécdotas divertidas que le cuentas a alguien que te pregunta para ver la cara que pones, pero los momentos realmente serios sueles guardártelos para ti.

Pero tampoco lo considero un trabajo negativo. Si miro hacia atrás, soy consciente de que me ha ayudado a entender mucho mejor la vida y la muerte. He dejado de creer en cosas como religiones y fantasmas, he aceptado lo corta que es la vida, y he aprendido bastante sobre cómo se comporta la gente cuando tiene que mirarle a los ojos a ese final inevitable al que todos estamos destinados. Fue una experiencia interesante.

Este pequeño artículo ha sido bastante superficial, pero si te has quedado con ganas de más te invito a leer el que escribí para Xataka Magnet, llamado Fui enterrador durante tres años y no es un trabajo tan muerto como se piensa.

#Personal

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